Maus. Art Siegelman. Sobrevivientes
Cuando al fin leí la última viñeta sentí un alivio
resignado. Sentí, también, el convencimiento de la existencia del más oscuro rostro
de la especie humana, la condición destructiva del hombre que ha estado
presente en muchos momentos de nuestra historia y que utiliza el olvido como un
sedante que cubre el presente de indiferencia.
Esta es la reseña de una obra maestra del noveno arte, novela
gráfica que traspasa la experiencia de dos sobrevivientes, Vladek Spiegelman de Auschwitz y su hijo Art, quien es el que dibuja y escribe esta
historia, y que a su manera también sobrevive con el peso del dolor y los
traumas del padre, el suicidio de su madre y la muerte de su hermano en la
guerra. Por lo tanto es el relato de las secuelas que se proyectan en
conflictos en el presente.
Aquí una reflexión puntual. La tensión del mecanismo memoria-olvido
como defensa de los traumáticos hechos de la guerra, el holocausto y en general
los horrores de la experiencia fascista y del socialismo estalinista (en el
caso de Europa), y que pueden ser abordado como un punto final o como una permanente
referencia para que en el futuro no se cometan situaciones similares. Esta es
una apuesta política que generalmente se institucionaliza desde los estados.
Pero debe ser un esfuerzo de parte de las comunidades para que tenga algún
sentido. Si se busca olvidar para aliviar la conciencia del presente se hace
mucho más fácil que se vuelva sobre los pasos (como ya sucedió de alguna manera
con la guerra de los Balcanes en los noventa).
Con un muy buen manejo del texto, que en cuyo casi el dibujo
se coloca a disposición, Maus en el relato del camino de un judío polaco desde
la década del treinta hasta los cincuenta cuando se instalan el USA al finalizar
la guerra. Es estremecedor el relato de la vida en el ghetto y la matanzas de
miles. Es además el conflicto vital de Art que reconstruye esa historia –en los
setenta- con la carga de la comprensión de ese peso y las secuelas que deja el
conflicto, el suicidio de la medre a fines de los sesenta y el recuerdo de un
hermano que no conoció pero que estuvo presente desde siempre para los padres.
Existen pasaje impactantes en el relato, por momentos cuesta
soportar la posibilidad de tanto odio, muerte y sufrimiento. La decadencia de
los sujetos que detentan el poder y los que están subyugados plantea problemas
que son recurrentes en la existencia del ser humano y que se replican en
patrones reconocibles. Uno puede situar esa estructura de muerte en nuestra
propia historia reciente, cargada del horror y dolor, donde la otredad es
comprendido desde la negación absoluta, que adosado a una retórica falaz y
eficiente de instalación de un discurso que justifica el exterminio puede implicar
el mayor de los esfuerzos por eliminar esa otredad. De eso sabemos los chilenos
y latinoamericanos. De eso saben en los Balcanes, en África y regiones de Asia o
el medio oriente hoy. Es la misma semilla implantada en el alma de los sujetos
–es una metáfora inexacta pero efectiva- que provoca el construir al otro en un
indeseable que se debe borrar de la tierra.
Hasta el momento ni “Saló” de P. P. Pasolini o “El Pianista”
de Polanski o textos testimoniales han llegado tan lejos en la descripción de
procesos tan complejos y dolorosos como los vividos en el marco de la II Guerra
Mundial y que llaman a un permanente debate sobre los límites de nuestra
naturaleza.
Por otro lado, mi hija lee el primer tomo de Maus. Es un
avance…
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