La Tela... de sus ojos

La vista perdida en algún punto del horizonte. Le leo el último pasaje –es todo el relato un pasaje- un cuento de Cabrera Infante, “Un rato de ten mealla”. Ella mira el infinito, que es la vereda y el farol, la calle con unos autos aparcados, la falda del cerro, oscuro todo por la noche indómita.
No he avanzado dos frases y me dice: “es una tela de araña”, como si de pronto hubiere entendido en esas pocas palabras sacadas de las hojas iluminadas por el farol de luz amarilla. Y pienso que si, que es un cuento que se arma como una tela que cierra el movimiento en torno a la vida humilde de “mariantonieta” y su familia. Pero no, su mirada sigue clavada en un punto, en esa tela que puede ser la propia noche con sus fauces y alardes de libertad, o tal vez la manera que tiene el mundo de limpiar sus culpas dejando que prosperen los sufrimientos escondidos de la luz del día.
Mira, me dice, si te fijas es una tela de araña, mira desde aquí. Busco. La vista se aguda y descubro el brillante contraste de una biga, la primera de una red que se va haciendo mientras desmonta el amanecer, o será la única de un puente inmenso entre el decadente Plátano Oriental y el ornamental poste de metal fundido, un indicio de la vida que circula entre los que nos cobijamos lejos del día.

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