El Hijo.

UNO. La pretensión de la cinematografía es lograr trasmitir una realidad. Esta visión, que se plasma en el movimiento de las imágenes y sonidos, depende de la secuencia montada (el montaje es la sintaxis de éste arte) por el director, determinada por sus consideraciones estéticas e ideológicas. El cine es lejos de las expresiones más importantes de la modernidad, condicionando muchas tendencias conductuales de la civilización, conteniendo gran parte de los relatos simbólicos que los conjuntos humanos requieren para su desarrollo –como lo plantea Joseph Campbell y su hipótesis de los monomitos, construcciones que están presentes en los relatos orales desde el inicio de la historia de la humanidad.
DOS. De los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne (Bélgica) se conoce poco en nuestro país. De hecho el film que se comenta llega con cuatro años de retrazo, que a pesar del tiempo es una soberbia muestra de lo que uno quisiera en una “visión de la realidad”. Aquí se cruza con un esfuerzo estético e ideológico que se manifestó en una declaración de principios el año 1995 y que se conoce como “Dogma 95”. Es indudable que de alguna manera esa propuesta técnica-estética influye en la obra de estos cineastas, de manera circunstancial para los que el esfuerzo levantado en Copenhague no es más que una bien montada alharaca pirotécnica. Para otros, en los que me incluyo, me parece necesario el debate de las posibilidades del séptimo arte en un mundo que exige nuevas maneras de mirar los temas recurrentes, la reinvención de los mitos que sostienen nuestra fragilidad. Y maneras como las de los hermanos Dardenne ayudan.
TRES. Oliver es un maestro de carpintería, que presta sus habilidades en un centro de inserción de jóvenes infractores. Es interesante mencionar que en países desarrollados se hace un esfuerzo real por calificar a los sujetos, que del punto de vista del costo social es más importante que dejarlos a merced del oleaje. Francis es la contrapartida, es el joven que ha dejado la cárcel después de unos años de permanecer cumpliendo una condena. El monitor se siente contrariado por la presencia de este joven, lo sigue y espía, buscando situarse un una especie de panóptico subjetivo de sus pasos. En un momento el observador intuye un hijo perdido, un vástago que se dejo en una relación pasada, y que ha llegado a reclamar el cuerpo del padre, pero avanzada la acción se esclarecerá el perturbador vínculo que los une.
CUATRO. La economía de elementos, sólo desplegado en un montaje libre de prejuicios, dan a esta obra un tono refrescante. No tiene que ven con el tenor del conflicto de Oliver, su desesperación y conducta errática, su intimidad obsesiva y solitaria, es más bien la manera de manejar el silencio de sus gestos –el pensamiento confuso de los pasos que debe seguir- para aclarar el nudo gordiano que lo liberará del dolor de su cuerpo.

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