Apuntes diez. Gigante invita a soñar




UNO. Los mitos, según la hipótesis de Joseph Campbell, son construcciones simbólicas que tendrían un carácter ontogénico en el ser humano, una especie de información propiciadora que se despliega en los relatos colectivos. Como extensión de esta idea de los mitos, su funcionalidad sería la de lograr contener y canalizar las fuerzas que impulsan a la especie humana, ayudando a la comunidad en su camino social, a los objetivos que se han propuesto. Desde esta perspectiva es posible comprender mucha de las historias que nos han llegado y que fascinan a todos desde siempre.
En la modernidad estos relatos se han ocultado bajo la manta de la racionalidad y se han “infantilizado”, transformando su sentido socializador en una especie de moraleja moral para la formación de los infantes, dejando a los adultos en el ámbito de las respuestas certeras de la ciencia, y en un plano de “intimidad” las creencia en sistemas –como las religiones. Peor aún, el advenimiento de la uni-polaridad mundial, donde el relato épico ha dejado de ayudar a explicar las desventuras de la especie humana, desprendiendo de la esperanza, configurando un futuro unidireccional –que no quiere decir que no exista un sistema de creencias “oficial”, que en nuestro mundo es el credo “católico-cristiano” de reminiscencia conservadora- que no deja espacio a las miradas ni meta relatos diversos.
Se complementa ésta mirada con la que aportó el gran antropólogo, impulsor del estructuralismo, Claude Lévis-Strauss. Planteó, en referencia a los mitos, que son construcciones lingüísticas que se posicionan en imágenes estándares diacrónicos y sincrónicos –lugar y tiempo- en las culturas que las utilizan para explicar, desde el relato su entorno.
DOS. Los gigantes son parte de la mayoría de los sistemas mitológicos desde siempre. Por ejemplo los mitos jainistas –secta hindú casi tan antigua como la llegada de los pueblos arios que invaden las planicies del Ganges hacía el año 1000 antes de nuestra era. Ellos concebían los ciclos del universo constituidos por la vida de seres gigantes que poblaban el firmamento.
Gigantes hay en relatos chinos, como el dios Pangu; o aztecas y su creencia de los dioses de ultramar, que serían de gran tamaño –y esta creencia ayudo a los europeos a conquistar esta civilización.
Mito escandinavo del gigante llamado Hraesvelgur, o los pueblos de norte de América que tienen a los hombres altos junto al coyote como contrapunto de su cosmovisión.
Los Titanes están en el génesis de la creación de todo lo que se conoce, en la teogonía de Hesíodo. Incluso en el relato de Lilith –mito babilónico pre hebreo- que en su camino de rebelde del dominio masculino, engendrará demonios y gigantes.
Gigantes hay en los cuentos de hadas y relatos populares de diverso rincón del planeta, que han encantado a las generaciones.
TRES.
En nuestro país sucedió un hecho peculiar. Una figura surge despertando la reminiscencia de mitos perdidos en las honduras del subconsciente –el psicoanálisis ayudaría a comprender parte de las imágenes escondidas de la negación del mito. Y a pesar que fui un observador distante, si pude comprobar y recoger una serie de reacciones que provocó, y provoca donde es presentada la “Pequeña Gigante”. La gente se emociona, como si despertara una luz olvidada en la profundidad del recuerdo, esa “memoria” inmanente, que es permanentemente desalentada ha que se posiciones con sus imágenes y símbolos diversos
Hubo lagrimas, desesperación, ansiedad, jubilo, carnaval –lo plantea de ésta manara Marco Antonio de la Parra. Fueron días de magia y sorpresa que culminan con la tarea de la heroína –otro mito primordial del ser humano- cumplido, liberando a la Polis del temible animal suelto que la ha “intranquilizado”.

CUATRO. La intervención como momento del arte. Un relato teatral que es capas de acaparar la atención de millones en su desarrollo –lo vieron en vivo más de quinientas mil personas en los tres días por las calles de la ciudad- más los que observamos sus efectos por televisión, es lejos un hito para una obra de teatro. La intervención del espacio público, rompiendo la barrera natural del espacio escénico cerrado, es parte del debate que se sigue en las últimas décadas en todas las artes. Si no recordar los efectos de la casa de cristal que en los noventa despertó toda clase de manifestaciones y reflexiones; o las obras vivas de una pareja de vagabundos que pernoctan en un cubo frente al Museo de Bellas Artes; las fotos masivas de miles de desnudos del fotógrafo, etc. Será pues un momento más para intentar de situar el papel del arte en el siglo que vivimos.

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