Vacaciones al fin.

Vacaciones. Mil veces postergadas y deseadas como el momento de un descanso culposo. Admito que me da sentido de culpa tener unos días de hacer poco, en todo caso nunca hacer nada. En realidad es parte de esa forma que "aprendí" a no tener vacaciones, –“descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo…”- a trabajar todo el año con descansos en las tardes, cuando laboraba de suplementero, y menos cuando además estudiaba en la U y en la noche en la Maestra. Un periodo en que me desconecte y viví en la “vacación” fue a fines de los noventa, cuando me instale con mi pareja y mi hija en Placilla, a unos minutos de Valparaíso. Pero luego me vino todo el peso de los hechos y pase casi cuatro años sin descanso –vacación me refiero- en que estaba en alguna actividad laboral –o académica- hasta dieciocho horas diarias, al menos cinco días a la semana –sumando el reparto de publicaciones, Maestra Vida y universidad.
Fue recién el año pasado que logre detener este ritmo suicida y me di una semana en la costa –con buena compañía y mucha sombra.
Este año tengo todo arreglado para escaparme unos días. Lo inauguro el sábado próximo en el matrimonio de una compañera de universidad –esta todo a punto, nuevamente con buena compañía, solo falta el bajar un poco la “ponchera” para que el traje aguante la panzada propia de actividad que señalo.
Luego a visitar Valparaíso –a la chilena, como lo hacen miles de compatriotas, esto es “pegando en la pera”- los viejos amigos y las calles alguna vez recorridas. Vaya un saludo por los que disfrutan sus vacaciones, y los que no, pues que encuentren la tranquilidad donde se hallen para viajar al interior, como viajeros inmóviles.

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