Estudiantes, nuevamente empujando la movilización social

Los estudiantes secundarios han sido un actor social que le ha dado dinamismo a las expresiones a demandas políticas y sociales, excediendo el marco de sus propias reivindicaciones gremiales. Sin ese impulso, nada de lo que bien o mal ha ocurrido en las últimas dos décadas, se habría recorrido como proceso.

Esta constatación es útil para entender y situar su actual rol: dinamizadores y catalizadores de aquellas demandas de grupos que en algún punto se reúnen en torno a sus movilizaciones, y que en estas últimas semanas, han vuelto a llamar la atención de un mundo social y popular que intenta recomponer y retomar sus petitorios territoriales.

En estos años, a pesar de la presión que han recibido de sectores progresistas que han estado más atentos en la administración del modelo que de las reivindicaciones de los estudiantes, nunca han dejado de movilizarse, y del mismo modo jamás han dejado de ser perseguidos y criminalizados por distintos estamentos del Estado.

Llama la atención, que en un contexto de desmantelamiento de administraciones reformistas, especialmente municipales, esos grupos políticos de pronto vuelvan a tener presente aquellas movilizaciones, esta vez concentrando en la acción represiva de municipios administrados por los socios de derecha del sistema, una circunstancia que no quita que hasta hace pocos meses esas mismas administraciones que fueron defenestradas en procesos electorales, hayan utilizado los mecanismos de persecución sancionatorio, penal y administrativos para castigar a estudiantes movilizados.

En primer término, el mecanismo Aula Segura (Ley 21.128) y en casos que la autoridad considera pertinente, querellas. En este último periodo, desde marzo, de movilizaciones, de los tres municipios administrados por la derecha (Santiago, Ñuñoa y Providencia) se han expulsado a 31 estudiantes -vía Aula Segura- y se han presentado 10 querellas por distintos hechos que se califican como delito en el marco de movilizaciones.

En la gestión comunista en la comuna de Santiago (2021-2024), aunque no utilizó el mecanismo Aula Segura, igualmente cuenta algunas decenas de expulsiones en el marco de Reglamento Interno de Convivencia Escolar (RICE): el 2022 son 5 expulsiones y 14 cancelaciones de matrícula; 2023, se cuentan al menos 30 expulsiones y 24 cancelaciones de matrícula informadas por la Dirección de Educación Municipal (DEM).

Mientras tanto, entre 2022 y 2024 se presentaron 21 querellas respecto de hechos que fueron calificados como delitos en el marco de movilizaciones en la comuna de Santiago. Esto es solo a modo demostrativo de que cuando se administra el estado, las acciones se encuadran en sus dinámicas punitivas, no hay otro modo de actuar si es que no se pretende transformar el fondo del modelo.

Pero ciertamente que, en este ciclo movilizador, nuevamente es el mundo popular el que debe estar atento, apoyar y en lo posible, proteger la acción de los estudiantes secundarios, es la manera como se ha actuado en otras coyunturas, es este sector social el que, siendo el parámetro de acciones mayores de reivindicación, y de punta del descontento social que tarde o temprano cristaliza en el desborde de las demandas sectoriales, impregnando a otros grupos y organizaciones.

Los organismos de derechos humanos tienen un rol específico que cumplir, y en la nueva etapa que se abre, de radicalización de derecha, ese papel debe ser activo.



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