La crisis de las narraciones fragmentadas, el storytelling y la crítica desde Byung-Chul Han
Vivimos tiempos de narraciones invisibles.
Byung-Chul Han alerta
-de las muchas alarmas que nos señala en su bibliografía- sobre la crisis de la
narración, sobre el estar viviendo en una sociedad determinada por el storytelling,
aquella herramienta del marketing y manipulación de la posmodernidad, que suple
-según el filós
ofo coreano- la capacidad profunda y extensa de la narración en
la evolución social del ser humano.
En estos días pienso en estos fallos de la matriz
contemporánea, la pretensión de fragmentar nuestra realidad y situarla como un
bocado, una reducida capsula de contenido que, en breves palabras, de un modo a
como se despliega la falacia cherry picking para validar las debilidades
de nuestros argumentos, de un modo similar, se pretende exponer ideas muchas
veces complejas: el amor, y los afectos, el dolor y el miedo, y otras dimensiones
tan centrales en la condición humana, la técnica del storytelling la
pretende sintetizar en una frase, a lo mucho un párrafo, y en ese esfuerzo de
conceptualización -que tiene mérito en tanto poder reducir una tesis en una
apretada síntesis- en algo que puede tener significación. El problema surge
cuando quien recoge aquel abstract la interpreta de las maneras más diversas,
siquiera logrando traspasar más que un enunciado.
Byung-Chul Han propone que atendamos en la narración, volviendo
a enfocarnos en esta, como fenómeno propio de nuestra humanidad, es decir, la
capacidad de comunicar, que es desde un punto de vista evolutivo, el aspecto
central en la sociabilidad, todo esto está hoy en una profunda crisis. La
propuesta del filósofo es atender el narrar, como verbo, esfuerzo que en todo
caso requiere otra dimensión significativa en nuestra época: tiempo, y a veces también
silencio, sino del entorno, al menos del que escucha al que narra. Parece
simple, pero como se están dando las cosas, este acto se hace una acción de
resistencia.
El historiador Robert Darnton utiliza la narración como fuente
primaria para la construcción de la historia, es un ejemplo de un esfuerzo
metodológico por nutrir las ciencias sociales de los relatos orales, además de
usar expedientes de diverso origen: bitácoras, notas, apuntes administrativos,
para retratar aquellos aspectos de la cultura de las comunidades que de otro
modo solo se señalarían como una generalidad. Significativo es el uso que hace
de los cuentos infantiles, aquellos arquetipos que nos acompañan desde nuestra
infancia y que han transitado desde Europa hasta nuestra primera formación, relatos
y personajes que fueron construidos, originalmente, para aleccionar a la
población sobre los peligros de los caminos y de individuos con diversas
intenciones, de este grupo de relatos es el descarnado -para nuestro presente
regulado por consideraciones civilizatorias- “mamá Oca”:
“Había una vez una
niñita a la que la madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras
la niña caminaba por el bosque, un lobo se acercó y le preguntó a dónde se
dirigía:
-A la casa de mi
abuela -le contestó.
- ¿Qué camino vas a
tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
-El camino de las
agujas.
El lobo tomó el
camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela. Puso su
sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre el platón. Después
se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostada en la cama.
La niña tocó la
puerta.
-Entra hijita.
- ¿Cómo estás
abuelita? Te traje pan y leche.
- Come tú también
hijita, hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió
así lo que le ofrecía; y mientras lo hacía, un gatito dijo:
- ¡Cochina! ¡has comido
la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le
dijo:
-Desvístete y métete
en la cama conmigo.
- ¿Dónde pongo mi
delantal?
-Tíralo al fuego,
nunca más lo necesitarás.
Cada vez qué se
quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía
la misma pregunta, y cada vez el lobo le contestaba:
- Tíralo al fuego,
nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se
metió a la cama preguntó:
-Abuela, ¿por qué
estás tan peluda?
-Para calentarme
mejor, hijita.
-Abuela, ¿por qué
tienes unos hombros tan grandes?
-Para poder cargar
mejor la leña, hijita.
-Abuela, ¿por qué
tienes esas uñas tan grandes?
-Para rascarme mejor,
hijita.
-Abuela, ¿por qué
tienes esos dientes tan grandes?
-Para comerte mejor,
hijita,
Y el lobo se la
comió.”
Esta es la versión
registrada en el trabajo etnográfico de los investigadores Paul Delarue y Marie-Louise
Ténèze de 1976, usado por Darnton en su clásico “La gran matanza de
gatos y otros episodios en la historia cultural francesa” (FCE, 2015) y que
permite introducir un aspecto relevante en gran parte del desarrollo cultural
de las comunidades en todos los lugares del mundo, el uso de la narración como
mecanismo de socialización, compartiendo aquellos aspectos que para sus
coyunturas históricas son significativas. De qué modo estas narraciones,
transformada en un relato infantil por efecto de la modernidad, es lo más
cercano a un storytelling de hoy, pero de una manera que requiere un
entorno complejo para que tenga algún efecto, es ante todo una narración con
significativos elementos simbólicos que sería improbable que se pudiera sintetizar
en una frase o un párrafo.
Los aspectos singulares y circunstanciales de un relato como
el que extractamos, con múltiples sentidos, van más allá de un objetivo
estético, hoy una historia de este poder simbólico se disuelve en un torrente
infinito de imágenes sintéticas que van haciendo inútiles la narración, a lo
sumo podría alcanzar como información, que también lo aborda Han, parte de la
crisis que señala, pues dice que quien comunica un antecedente no narra, a lo
sumo describe, este otro fenómeno determinante -la noticia- también en la
historia de la modernidad se estrella hoy contra un muro, el de la manipulación
de intereses corporativos, pero ese es otro problema, urgente, pero distinto,
pues en nuestros entornos el acto de reunirse en una mesa, por ejemplo, a
compartir alimentos y narrar la vida genera un vacío apremiante.
Por lo tanto, el storytelling es absolutamente
consistente con el presente no narrativo de la vida social, es el mensaje que
pretende suplir el acto complejo y extensivo de la narración, teniendo en la
plataforma de tik-tok su forma más extrema, 60 segundos ¿de verdad
alguien puede entregar algo con un mínimo de profundidad en ese tiempo? Puede
ser que al complementar un texto con imágenes se logre enriquecer el ejercicio,
siendo la imagen justamente la centralidad de estas formas de comunicación, pero
de qué modo se puede resumir, por ejemplo, un texto clásico de la modernidad
como Moby-Dick de Herman Melville, que en su edición Hueders de 2014 cuenta 756
páginas, parece un esfuerzo estéril.
Pero tampoco quiero parecer una especie de conservador
deslavado que no logra reconocer distintas formas de expresión. El año 2009
estuvo en Chile el maestro de guionistas más celebrado en occidente Robert
McKee. Dictó un curso sobre su técnica que en gran parte se trata justamente del
elemento narrativo que se funda en el storytelling, que le ha permitido
ser reconocido como asesor y formador de muchos guionistas y escritores, pero
en el caso de McKee es la utilización del storytelling como unidad que
forma contenidos en redes complejas, esto con evidente éxito.
La crítica que realiza Byung-Chul Han, y de la que quiere
destacar es en intento masivo de uso de formas de narración fragmentada que a
la larga no son más de destellos de algo que nunca llega a ser: una narrativa,
y eso nos está llevando a estar viviendo tiempos fragmentados.
Dicho esto, concluyo esta columna con la sospecha que por su
extensión, es muy probable que pocos la lean completa, pues he intentado
construir una análisis crítico de la fragmentación que produce el storytelling
y que tiene en crisis la narración.