Delincuencia, una experiencia personal

Soy trabajador nocturno y cletero de toda la vida, la bicicleta es mi medio de transporte, transito entre la Maestra Vida y la florida al menos 3 veces a la semana. Hace algún tiempo me intentaron asaltar, desde un auto, en Vicuña Mackenna -casi al frente de la Municipalidad de la comuna, los repelí. Hace una semana, en la madrugada, nuevamente un automóvil con unos hombres jóvenes me cerró el paso cuando casi llegaba a mi casa, entrando por calle Gerónimo de Alderete. Todo fue muy rápido, no más de 15 o 20 segundos -pedían que le entregara el celular- reaccioné y me defendí de los atacantes con el candado que manejo en el manubrio y zafé estresado pero ileso. Llamé al 133, carabineros, solo para avisar y que hicieran una ronda, era obvio que aquellos delincuentes al encontrar alguna persona caminando a esa hora lo asaltarían, no hubo respuesta, un mensaje señalaba que estaban ocupados. No pude evitar recordar al alcalde Carter que tenemos en La Florida y el decreto de estado de excepción comunal, un show comunicacional sin ningún efecto sobre el fenómeno delictual. La vez anterior, hace más de un año, me defendí con lo que tenía a mano, igual que ahora, aunque supongo que no es recomendable, colocarse en riesgo ante un grupo de sujetos que pudieran estar armados no es una buena idea, pero mi impulso fue más fuerte que el sentido común.

Delincuentes han habido siempre, en los últimos 12 años me han robado 4 bicicletas en distintos contextos y no pretendo asignarle responsabilidad más que a los hechores, y al sistema de persecución penal y al estado exijo que cumplan el papel que les corresponde, yo me puedo defender. Por cierto, que la autotutela es una institución que está en los albores de la especie humana, ante un acto de violencia injustificado corresponde la defensa, no quisiera parecer potenciando aquellas prácticas, pues retrotraen el acceso a la justicia al estado de naturaleza, pero en los casos que les comento se ha dado la ausencia inmediata de la presencia policial, por lo que he actuado en consecuencia.  

Creo, en todo caso, que el estado cuenta con recursos materiales y la hegemonía de la fuerza, recursos y competencias -que son cuantiosos- debieran estar disponibles en los lugares y las horas en que estos hechos suceden. Los hechos ocurrieron a 500 metros de la estación Vicente Valdés, que aunque sea de madrugada igualmente el sector podría tener algún tipo de vigilancia. Así y todo, creo que este tema permite hacer una reflexión política sobre la manera de abordar la delincuencia sin que se transforme en una trinchera de los sectores que pretenden desfondar las garantías y derechos civiles, por lo pronto eso de apelar a normas legales inexistentes con la pretensión que aquellos hará que los delincuentes se abstendrán de cometer ilícitos es simplemente una quimera -dicho de forma elegante- porque se entiende que desde el día uno eso no inhibiría nada.

Finalmente decir que esto se debe resolver desde distintas dimensiones, entre las que está por supuesto el componente de persecución penal, pero también se deben utilizar otras perspectivas de políticas públicas que permita identificar a aquellos jóvenes que puedan ser incorporados a la vida social sin estigma y con ayuda focalizada.



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