Salsoteca Maestra Vida, resistencia cultural

Maestra Vida tiene un carácter, una historia y un horizonte que lo sitúa en la vereda de la resistencia -comparto un concepto que utiliza habitualmente Mario, uno de los dj residentes que le coloca sabor a las fiestas de cada noche, para describir el alma del boliche.

En este punto es deseable precisar a qué nos referimos, cuando vinculamos con este adjetivo, resistencia, nuestro espacio de rumba.

Parecen correctas varias acepciones en torno a la resistencia que se practica, que va desde lo político y social, pasando por la dimensión cultural -en algunos casos contracultural- para allegar a la centralidad de lo que aparentemente le da todo el sentido al fenómeno rumbero: el baile.

Lugares de rumba que se describen como “salsotecas” (discotecas en que se baila la salsa y sus derivados afroantillanos) hay varios, y en la historia de las últimas décadas en Chile se pueden rastrear, desde la segunda mitad de los ochenta, varias decenas de este tipo de espacios.

Hemos relatado muchas veces que Maestra Vida, por lo significativo del momento de su nacimiento, el año 1988, a fines de la dictadura, es un lugar con una vocación centrípeta, lo que explica los intereses contraculturales que ha movido desde siempre nuestra oferta, y que la distinguen de los legítimos perfiles de otros espacios que hoy viven y se abren paso entremedio de otros que intentan entregar este género musical a las nuevas audiencias, como es el caso de la inmigración latina, y del mismo modo a una importante y creciente masa de seguidores de esta cultura.

Uno de los temas que, desde el inicio, en la década de 1970 en Nueva York, se da para explicar a la salsa, por la impronta y síntesis de distintos componentes que tuvo en el origen, se ha dado una disputa sobre el sentido y alcance de esta, que cada cierto tiempo vuelve a estar presente: timba, bachata, son, mambo, jazz latino ¿qué es primero?, ¿cuál es la principal forma que adquiere este género? ¿qué vigencia y futuro podrá lograr para las nuevas generaciones?...

Nuestro espacio no ha estado exento de estas preocupaciones. Cada nueva generación que llega a disfrutar la rumba de Maestra Vida comienza, en una genuina búsqueda de referentes, a rastrear ese camino, busca subirse sobre los hombros de gigantes, y vuelve ese debate bizantino que, hay que admitir, sazona el presente de nuestra cultura.

Entre mediado de los ochenta y hasta los noventa se dio, por ejemplo, una extendida discusión sobre lo que se llamaba, de forma despectiva, sobre la validez y vigencia de la salsas romántica -o colchón, o monga- para señalar esas temáticas que giraron desde la contemplación de las problemáticas sociales de los latinos, el barrio, la familia, la comunidad, la droga, la violencia, obviamente el amor, pero desde una estructura que consideraba el sonido sincopado, y que en contra posición del sonido directo y artificial del estilo romántico, se alzaba los estilos duros, bravo, “de la mata”.

Esta disputa, en todo caso, lentamente fue hegemonizada las modas, la industria no se complica, obviamente, en entregar un hit, menos a músicos que deben vivir de su arte, para lanzar una obra que hable del amor, el desamor, la traición, el delirio y otras ideas sobre la energía erótica, al fin y al cabo, esto se trata de disfrutar.

Entremedio de toda esta vorágine estilística, un componente no menor del fenómeno fue la creciente irrupción de la armada cubana. Los estilos propios que son de la rica cultura que proviene de las Antillas, y en especial la que emana de una Cuba sitiada y con bloqueo del imperio del norte, se dio paralelamente a la irrupción de Fania y sus estrellas, un elaborado dique de sonidos rebosante de identidad y sabor que compitió, sin complejos, con gran parte de esa primera época de surgimiento y masificación de la salsa. La timba, también un concepto huidizo que engloban otras varias formas de tradición y modernidad, desde son montuno, el son o el songo, con influencias de ciertas formas jazzísticas que se extendieron hasta la década de los 50 en la isla, siendo toda esta estructura montada sobre cuatro tiempos, lo que la distingue del sonido sincopado.

A diferencia de las temáticas originales de la salsa neoyorquina, la “salsa cubana” nunca se complicó mayormente con las canciones que hablaban del amor, el desamor y sus fronteras. Cada canción de  NG La Banda o los Van Van cantaban a la alegría, una fiesta permanente que rápidamente, y especialmente desde la década de 1990, se instaló de igual a igual con otros estilos latinos.

Pero ¿qué significa hoy hacer resistencia desde un espacio como Maestra Vida?

Hace algunos meses, con una postpandemia que nos invitó a disfrutar la vida con mayor intensidad, se acentuó una tendencia, que venía desde la década pasada, a valorizar las baladas románticas. Esta moda se ha ido instalando con una fórmula que especialmente a los cubanos les funciona muy bien: transformar baladas empalagosas en timbas con toques de reggaetón. Por cierto, que muchas de aquellas composiciones son poseedoras de arreglos sofisticados, que de
todas maneras provocan la atención y el reconocimiento. En este punto el tema es ¿qué hacemos nosotros como espacio que ha mantenido una línea que reconoce y -dentro de las posibilidades- rescata ese sonido original que le ha dado reconocimiento a este género? ¿nuestros dj deben simplemente ser vía de masificación de los mismos hit que circulan por rrss u otros soportes del mainstream musical? ¿tiene sentido hacer resistencia y en el proceso fossificamos la salsa, transformándonos la salsoteca en un muy digno museo de la salsa?



     


 

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