El matrimonio de Matías e Isidora
Hace unas semanas
oficié de orador en la ceremonia de matrimonio de mi amigo Matías y su
compañera Isidora. Fue una bella experiencia que tuve el honor y privilegio de
atestiguar y consagrar el amor de varios años, con un lindo hijo de por medio,
una familia que en muchos sentidos ha cumplido varias de las imaginarias etapas
y convenciones que se persiguen en el ciclo vital de los adultos, y que quisieron
formalizar (unos días antes por la ley civil) celebrando con sus amigos y
familiares.
No oculto mi
satisfacción, no solo porque conozco al comprometido, que es mi amigo de muchos
años, también por lo que he logrado conocer de Isidora, una encantadora,
sensible e inquieta mujer, los dos, junto al pequeño Gael, se complementan y
acompañan como ellos describen: un equipo.
Este es el
segundo matrimonio que oficio en mi vida, y modestia aparte, creo que me quedó
bien el texto que preparamos con los novios y que me ayudó a guiar la parte que
me correspondió de la ceremonia.
Les comparto el guion
que utilicé para ayudar a desarrollar la actvidad:
1.- Hemos sido
convocados esta tarde para la celebración de una unión.
A esta ceremonia
nos han invitado a compartir la alegría del amor, con familias y amigos, la
concreción de una historia personal que reunió a los comprometidos desde hace
algún tiempo, y en esta convivencia han decidido formalizar su vínculo sin otra
intención más que hacer explícito los sentimientos que los movilizan.
El matrimonio es
tanto un acto jurídico, respuesta de un hecho fáctico, es el compromiso personal,
libre y voluntario que hace posible que las vidas de estos seres humanos, ante
sus familiares y amigos, se manifieste en esta ceremonia con la intención de
seguir compartiendo la existencia, proyectando intereses comunes, consolidando
la familia, creciendo en esa unión.
En este punto es
interesante, en todo caso, explicar qué es este acto al que estamos convocados,
qué significa el matrimonio.
En casi todas las
culturas existe una institución que se puede asimilar, en tantas modalidades
como existen lenguajes e idiomas, algunas centradas en la monogamia, otras
tantas en poligamia -muy extendida en sociedades musulmanes, africanas y en
Oceanía- como también formas claras de poliandría -en el Tibet y la India-.
También se pueden atestiguar mecanismos de validación del concubinato (forma de
convivencia de hecho) en que se perfeccionaba solo con el nacimiento de un
hijo, se le denomina matrimonio “a prueba”.
En general todas
estas formas se centran en cuestiones funcionales a la comunidad, a la
procreación, el patrimonio y las alianzas tribales que permitían sostener
aquellas sociedades.
En la historia de
occidente, el matrimonio podía ser llevado a cabo sin tener en cuenta el deseo
de uno o ambos contrayentes, incluso contra su voluntad o por la fuerza. En el
último siglo ha existido un cambio significativo en esas prácticas donde se ha
permitido mayores niveles de conciencia, voluntad libre en el consentimiento, rompiendo
con tabúes como el que no es posible la unión entre dos personas del mismo
sexo, como una manera de reconocer otros tipos de vínculos más allá de las
formas rígidas que los dogmas religiosos y sociales imponían.
Así y todo, para
nuestra tradición, fuertemente determinada por la matriz judeo-cristiana, el
significado de esta institución está contenida en una perspectiva funcional,
pero en la que está incorporada una fuerte consideración simbólica en torno al
amor romántico que se expresaría de un modo más claro desde la edad media en
Europa.
2.- Una primera
aproximación jurídica, que es lo que aparentemente nos convoca, es “… un contrato
solemne por el cual dos personas se unen actual e indisolublemente, y por toda
la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente.”.
Es claro el
sentido sustantivo que le da la ley civil en el artículo 102 del código, al describir
los objetivos contractuales de esta institución, señalando la expectativa de
una unión de por vida, para procrear y auxiliarse mutuamente. De los
antecedentes que he conocido de los novios, sé que estos objetivos ya los
mueven desde hace algunos años, entonces sería una pregunta lógica ¿para qué
contraer ahora este contrato?
Puede que de
alguna forma una respuesta de esto la encontremos en el significado más
profundo de este vínculo en la historia de la cultura de la cual somos
depositarios.
La etimología
aporta sobre la palabra matrimonio, deriva de la expresión
"matrimonĭum" proveniente de dos palabras del latín: la primera
"matris", que significa "matriz" (que no es solo referido a
la corporalidad femenina, es a la vez referencia al origen) y, la segunda,
"monium", que quiere decir "calidad de...", o sea, la
aportación de la mujer que contrae nupcias. En un sentido teológico implica
procreación, es decir, la multiplicación de la especie humana. En su aspecto
legal sería un reconocimiento social, una sanción jurídica y en algunos casos
religiosa, o ambas, a través de la celebración de contratos y ceremonias
propias de las creencias de los novios. A título comparativo, habrá que
considerar también el concepto de "patrimonĭum", derivado de las
palabras latinas "patris", que significa padre y "monium",
que quiere decir "calidad de...", o sea, la aportación del hombre
como "varón engendrador" o "progenitor" y de proveedor del
sustento de la familia.
Es obvio la
relación, y por tanto el alcance de matrimonio y patrimonio en el lenguaje y en
la estructura social, una significación cultural con implicancias determinantes
en la sociedad, y me permito señalarlo explícitamente, la mujer ejerce un papel
de generadora de la vida al engendrar, al hombre el papel proveedor -hasta hoy
la figura de la sociedad conyugal lo atestigua, de administrador.
3.- Pero es
interesante poder darle otra vuelta a esta institución, en un sentido
simbólico. Por ejemplo, matrimonio en la alquimia es un símbolo de la
conjunción, representada también por la unión entre el azufre y el mercurio, de
rey y la reina. Jung, el gran pensador de los arquetipos, establece la
correlación entre este significado y el de la íntima unión y conciliación
interna -verificada en el proceso de individuación- de la parte inconsciente y
femenina del hombre con su espíritu. (Símbolos J.E. Cirlot)
Federico Revilla
la describe como la unión institucionalizada de individuos, que evoca o
reproduce la unión primigenia de Cielo y Tierra, las uniones de los dioses
entre sí. No obstante, este mismo autor menciona la idea de las “ataduras del
matrimonio” como parte de una significación pesimista, una advertencia de las
dificultades, los temores e incertidumbres que muchas parejas son empujadas más
que por el afecto, por las convenciones, y da ejemplos notables en la obra de
Francisco de Goya y sus disparates -serie de grabados- (cuando tengan
oportunidad búsquenlos). Por suerte, y para tranquilidad de los presentes, es
mayor la representación optimista y luminosa de esta institución representada
en la obra del flamenco Jan Van Eyck “El Matrimonio Arnolfini” (1434) que
transmite toda la ternura de una pareja que encarna la serenidad de la unión
matrimonial, la prosperidad y la fertilidad en el más amplio rango de las
condiciones materiales, y por supuesto, sino el motivo por el que los novios
nos han invitado a esta ceremonia, para declarar su amor incondicional.