Disputar al Capitalismo Absoluto: fin de las AFP

El 14 de octubre de 1980, desde las 9:40 horas (actas secretas de la junta militar glosada 398-A) se realizó en el piso 22 del edificio Diego Portales -actual GAM- una maratónica sesión entre los principales dirigentes de la Dictadura -encabezada por el dictador- y un selecto grupo de economistas y tecnócratas adscritos al gobierno de facto. El objetivo único de aquella reunión fue resolver el fin del sistema de pensiones de reparto y el nacimiento de uno nuevo fundado en un paradigma antípoda que se centraba en la capitalización individual.

El equipo de economistas lo encabezaban quienes a la sazón venían empujando el proceso de privatización del sistema de previsión los ministros Sergio De Castro y José Piñera (ambos habían estado vinculados a grandes grupos económicos  adherentes de la dictadura) expusieron dos ideas: 1.- el sistema de reparto estaba en quiebra; 2.- un nuevo sistema individual administrado por empresas privadas creadas especialmente para ese fin daría mejor resultado.

Distintas investigaciones que han revisado las actas de aquella reunión consignan que el dictador se resistió al modelo, en su lógica nacionalista el que unos empresarios administraran tal magnitud de fondos dejaba abierta la posibilidad de corrupción. Curiosamente la historia le daría algo de razón al tirano, pues a los pocos años se descubrieron una serie de irregularidades y fraudes en algunas de las aseguradoras como fue el caso de AFP Coprum, situación que fue resuelto como se hacía en aquella época, despidiendo a los responsables y tapando todo bajo el manto de la censura.

El argumento sobre la necesidad urgente que se eliminara el sistema de reparto y de cajas de ahorro, y surgiera un nuevo sistema en la idea de la capitalización individual, se fundaba en la opinión técnica de los economistas que desde la banca venían señalando los defectos y virtudes de cada modelo. La opinión técnica fue respaldada por informes de estos mismos economistas que pretendían manejar el negocio, haciendo cálculos amañados y falsos que no permitieron ser contrastados. En ese contexto algunos asesores militares soplaban a los generales que el sistema de repartos requería reformas pero no era necesario eliminarlo.

En aquella histórica reunión el dictador indicó al menos 6 veces la idea de que prefería que un ente público tipo Banco Central administrara el sistema. Obviamente que los chicago boys querían la torta completa, no se irían con un triunfo pírrico, ya avanzando las horas Piñera toma la palabra y en un discurso inteligente y manipulador logra convencer, entre cifras, ideas de libertad económica, progreso y legado, que la mejor solución es la creación de las AFP. Pinochet acepta, pero con una condición: las FFAA quedarán fuera del sistema, total si de algún modo no resulta el experimento, la familia militar no tendría que soportar el costo.

Aquella reunión tuvo, por varios motivos, un momento fundacional del Chile que vivimos hasta hoy. En efecto, fue el instante en que se desplegó lo que Tomás Moulian a denominado la instalación de una “revolución capitalista”, un proceso histórico de tal magnitud en que tres formas de poder -mecanismos- de control se conjugaron de tal manera que era imposible que de aquella reunión se pudiera dar otra cosa más que el nacimiento de las AFP. El poder normativo (un orden que se establecía a partir de decretos leyes emanados de una institucionalidad fracturada pero formalmente legal); poder sobre los cuerpos (terror emanada de las organizaciones represivas del estado); y poder sobre las mentes (el saber de una intelectualidad que tenía respuestas ideológicas para ese proceso).

La gran dificultad que tenemos por delante, en la intención de desmontar un modelo como el de las AFPs, es que estamos en presencia de una institucionalidad que ha cuajado sobre saberes y valores que se constituyen como un “ethos”: la “propiedad” de los fondos es individual (en contraposición de lo solidario, y en alguna medida de lo colectivo); la tensión entre eficiencia/ineficiencia de lo público para administrar el volumen de recursos en contra de la “evidencia” sobre las habilidades naturales de la industria privada como administradores de los fondos de pensiones; la posibilidad de recibir una justa retribución de la vida activa que sea expresión del esfuerzo personal de cada individuo, esto también en tensión con la pulsión de lo “digno” de aquella expresión material.

Por lo visto, cualquier esfuerzo debe tener presente que se estarán disputando cuestiones que son mucho más complejas y profundas que solamente la posibilidad de una pensión, entramos a debatir los fundamentos del capitalismo neoliberal, o como se ha señalado, del “capitalismo absoluto”.

El gobierno ha iniciado un camino que, a la vista del desafío, tiene un destino incierto. Al parecer tácticamente es una iniciativa correcta, sostenida sobre la idea de un modelo mixto, lamentablemente el gradualismo será una impronta que deberemos observar en la gestión del ejecutivo en los próximos años, especialmente marcada por el resultado del plebiscito del 4 de septiembre. Optimo sería cerrar un modelo fundado en la ilegitimidad de una dictadura, además sostenido sobre un discurso fraudulento, pero debe entender el contexto que se ha abierto. Hay que salir a disputar las conciencias de millones de chilenos que en este instante están siendo bombardeados por la propaganda de las derechas y la industria financiera.

El sistema de capitalización individual -neoliberal- no dio lo que ofrecía, y debe intervenir el Estado, no hay otra forma de revertir los magros resultados.

 

(FUENTES: Todo Legal -C. Tromben / I. Schiappacasse-, Chicago Boys -Carola Fuentes)




 

 

 

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