MORAL DISTRAÍDA

Estoy bastante seguro que ese primer show de la “Moral Distraída” fue un marte en el verano de 2010. Lo recuerdo por que las bandas nuevas partían tocando los martes, dentro de un esquema en que mientras más consolidaban sus presentaciones, más se acercaban a los jueves que estaban reservados a las bandas “consagradas”. Pero también tengo la impresión que había calor en la noche, aunque perfectamente pudo ser al terminar aquella temporada en marzo o abril.

Matías Arce, el histórico productor musical que venía ayudando a la construcción de la identidad de Maestra Vida desde mediado de esa década, cada vez que podía transmitía la idea de abrir el local como una especie de centro cultural, cuestión que coincidía con Charly Pérez que tenía la misma intención, y que eran discutidas en las reuniones de coordinación, momento en que se organizaban justamente esas cuestiones del perfil del local.

Por supuesto que la posibilidad de tener un Centro Cultural en torno a la rumba exigía acoger distintas expresiones de la creación escénica y plástica, no solo bandas en vivo, aunque la centralidad era la música, pero perfectamente desde ese punto se podía dar cabida a otras expresiones creativas. Con ese horizonte a la vista se inició un ciclo de teatro, aprovechando las posibilidades que genera el plató del local, programación que colocó especial atención en propuestas que tuvieran un cruce entre lo escénico y la música.  

Hasta ese momento habían tocado algunas veces “La Patogallina Saunmachin” que venían de ser el soporte de una obra de teatro, al igual que la “Regia Orquesta” que tenía el mérito de ser la excelente banda sonora de la obra “La Negra Ester”, por lo que la oportunidad de presentar a un grupo de estudiantes de teatro que hacían las veces de músicos que acompañaban sobre el escenario un ejercicio dramático, aparecía como lógico, más si los líderes de la iniciativa tenían el agregado de ser habituales rumberos de Maestra Vida.

Hasta ese tiempo, los domingos se caracterizaba por convocar a mucho estudiante y trabajador de la cultura que generalmente estaban en otras labores en la semana y era esa noche el momento para disfrutar de la rumba. Entre la casi centenar presencia juvenil que colmaban la rumba dominguera, los hermanos Zicavo: Camilo, Abel y Valeria era habitual. Jugaban animadamente a una invención que se llamaba “domingos dominicales” que ersn pruebas de conocimientos de algún tema y que al responder se rebajaba el valor de entrada, o se accedía a algún regalo.

Con los hermanos siempre iban acompañados por otros tantos amigos, novios, admiradoras y demás formas de torbellino social que destacaban su presencia. Los recuerdos como buenos bailadores de salsa, gozadores desprejuiciados que iban y venían, conversaban, se emborrachaban, jugaban y se despedían.

Cuando Matías me cuenta la idea de hacer esa tocata de un grupo de estudiantes de teatro de la católica, y que quienes encabezan la iniciativa eran esos chicos, se me pasó por la mente la idea de incredulidad, no entendía que esos chicos pretendieran hacer música. Esos cabros –pensaba yo- saben bailar, pero de cantar o hacer un show parecía mucho, supuse casi una excentricidad.

A esa primera tocata yo no asistí, tenía mi noche libre y no la ocuparía en verlos.

Cuando pregunté por el resultado para el local me respondieron que fue un éxito pues se cumplió con la convocatoria, pero cuando quise opiniones sobre la calidad de la presentación, el tema fue más o menos así: mucha energía, mucha diversión, pero nada que pudiera trascender. Alguien por ahí fue más explícito y adjetivó: bazofia. Al final sentencié que fue una aventura que no se repetiría.

Pero los chicos insistieron. Varios meses después tuve la oportunidad de topármelos en el escenario, confirmando esos comentarios algo destemplados de la primera tocata: exudaban energía y alegría pero del punto de vista musical era deficiente, por lo pronto desordenado, una caótica presentación que no daba para nada más que una aventura de cabros chicos sobreestimulados. Por lo mismo c0loqué un dique entre eso que se suponía era su estilo y no quise saber más de ellos.

Pero los hermanos Zicavo, además de los otros que les acompañaban en esa aventura como el Manu o Guillermo, eran de no dejar de hacer lo que les gustaba y siguieron, sumando en cada presentación en distintos lugares nuevos seguidores, repitiendo, ensayando y mejorando, pero además con cierto compromiso social y político en algún momentos de esos primeros meses tuvieron el gesto con una organización de DDHH en la que yo colaboraba y se sumaron a tocatas solidarias, cosa que para mí los engrandecía, pero que no lograba hacerlos una buena banda o un show al cual pudiera asistir sin otra obligación que el compromiso que mostraban.

Habrá sido avanzando la década, pudo ser hacia el año 2013 que los volví a escuchar, y algo cambió, es decir la configuración de los músico, los arreglos, el sonido en sí mismo había madurado de manera notoria, era una agrupación distintas. Esta idea se fue acrecentando cuando escuché algunas de sus canciones en videos que comenzaban a circular y efectivamente había otra fuerza que atraía. En algún momento se los manifesté a ellos mismos, que sin querer aparecer arrogante con su trabajo, pero que me reconocía como alguien que cambió de opinión en la medida que veía su transformación, la madurez de su propuesta.

Luego vino el teloneo a los Van Van , las presentaciones masivas y las proyecciones colectivas e individuales, creo que es sorprendente lo que lograron en estos 10 años.

Hace unos días me enteré que Moral Distraída comenzaba una nueva etapa que no contaría con los hermanos Zicavo. Ha sido un tiempo complejo que en medio de crisis pandémicas sin duda obliga a replantear muchas cosas de los individuos que están inserto en procesos creativos. Muy sinceramente espero que cada cual logre cumplir sus nuevos proyectos, la banda que se reformula, y los hermanos Zicavo que están en nuevas apuestas.        



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