PODER DEL PERRO
Los hermanos Phil y George Burbank son dueños de una hacienda en
Montana, un pedazo de territorio que se pierde a la vista, un paraje inhóspito
y salvaje que esconde las claves subjetivas de los personajes de esta película.
Ambientada en la década de 1920 es la adaptación de la directora
neozelandesa Jane Campion, basado en el libro homónimo de Thomas Savage.
En una aproximación en clave histórica, es el mito del salvaje oeste -Far
West- que se doblega ante el avance y consolidación de EEUU como potencia
capitalista, un país en pleno proceso de cambios culturales que funciona desde
la matriz de la primera ola de la modernidad globalizada, expresión de la
industrialización occidental que muestra logros técnicos: motores a combustión
interna, automóviles, trenes, telégrafo, instrumentos que va determinando la
construcción de relaciones sociales, vínculos interpersonales de individuos que
se funden con el paraje, el silencio y la soledad del territorio que los
envuelve.
Un pasaje que da pistas del proceso de transformación cultural la da
aquella secuencia en el comedor de la residencial de la viuda Rose Gordon. Un
grupo comenta “jamás vi a una mujer al volante de un automóvil”, otro
contesta “conduce el vehículo como un perro”, risas y palabras que se
atropellan, probablemente una muestra de la transformación que viven tanto
aquellos personajes de los extramuros de la civilización, pero también se hace
cargo de aquellos cambios sociales que instalan a las mujeres en una posición
más activa en la vida social, aunque de momento aún es un espejismo, un flash
de luz que no muestra toda su potencia en el devenir del mundo, pues la
centralidad de aquellos vínculos sociales, públicos y notorios, sigue siendo la
masculinidad, una que el historiador Iván Jablonka define como la del “declive
de la virilidad”, que justamente se da en torno a las primeras décadas del
siglo XX, potenciadas especialmente por el impacto de la guerra mundial en el
papel del hombre en las comunidades, en su ausencia (efecto del mismo conflicto
bélico) permite el realce de las mujeres.
Por supuesto que esto lo intuimos, sin saber claramente que si acaso
Thomas Savage cuando describe la relación de Phil Burbank, su hermano George,
la viuda Rose Gordon y su hijo Peter estaba pensando conscientemente en la
ambigüedad sexual como instancia de liberación de los cánones decimonónicos, la
fragilidad humana y la masculinidad en tanto dimensiones críticas que se
superponen para exponer los conflictos que se van tejiendo entre estos
personajes.
Lo que sí parece más claro es la vocación de la extraordinaria Jane
Campion en hacer una prédica sobre los contrapuntos entre femenino-masculino
que describieron en esas dos obras que se pudieron ver por estos lados en los
cines de la década de los 90 “Un ángel en mi mesa” (1990) y “El piano” (1993),
una muestra de mujeres sensibles y poderosas, maltratadas y a la vez dichosas
que doblegan la adversidad que producen las imperfecciones humanas,
especialmente centrada en la masculinidad torcida y tortuosa, rasgos naturalmente
misóginos siempre alerta a la posibilidad de la redención
afectiva.
En "El Poder del perro" estas preocupaciones adquieren más
sentido como contracultura. Ver a vaqueros homosexuales que viven en un entorno
de rigurosidad masculina sin dobles lecturas, conductas que cuando se enfrentan
a la vista de los discursos hegemónicos que se describen en el contexto histórico,
son tratadas como “rareza” simplemente la rechazan y excluyen, o como delito,
para obligar que cada cual asuma un papel fundado en el orden social de las
cosas.
Campion coincide con su filmografía en el manejo y uso del entorno
imponente de los parajes abiertos, sea una parte importante en la
representación de los conflictos que se van desplegando entre los personajes,
la viuda Rose y su hijo Peter Gordon, un joven sensible y delicado
que debe sobrevivir ante la presencia sebera de uno de los hermanos Burbank.
El relato va describiendo las capas de Phil como un testosterónico
capataz que logra esconder sus pulsiones -como dijimos crímenes a principios de
siglo-, pero a la vez en este rol el sujeto interpretado por Benedict
Cumberbatch, se permite ser el atormentador del joven Peter, en tanto es
él mismo el atormentado por sus propios demonios.
La película cumple con los elementos básicos del western en tanto
antagonistas, viaje y conflicto, aunque de todas maneras avanza en la ruptura
de estereotipos que son propios del género, mismo género que desde la década de
1970 se revisan para dar espacio a las descripciones psicológicas que combinan
con el paisaje abierto y desproporcionado que permite, a la vez, la
introspección, cuestiones que, como señalamos, cumple tan bien Campion en su
empeño.
Sin duda una extraordinaria obra, que merecidamente
ha sido reconocida con varios premios entre los que se cuentan un Oscar a la
dirección de la neozelandesa, merecido por supuesto, que avanza un paso más en
la decontrucción de géneros y masculinidades, en buena hora.
EL PODER DEL PERRO (The Power of the Dog) (Australia,
Canadá, EEUU, RU, Nueva Zelandia /NETFLIX 2021)
Dirección: Jane Campion.