Guerra Ucrania/Rusia, abordar los supuestos
En 5600 años de historia de la humanidad se cuentan 14600 guerras, es decir,
por cada década en 56 siglos hay un promedio de 30 enfrentamientos. Podríamos
afirmar que este tipo de conflicto son una constante social, un tipo de
fenómeno que ha ido definiendo el devenir de la humanidad, determinando muchos
aspectos de la vida social de las comunidades. Obviamente que desde una
perspectiva ética que se centre en el humanismo la resolución de los conflictos
por la vía armada es una pésima forma de reconocernos como especie, y de todas
maneras en las últimas décadas estos enfrentamientos se han ido transformando
en sentido e impacto. No obstante al año 2021 en el mundo existían algo así
como 60 conflictos armados abiertos, latentes o de baja intensidad muchos de los
cuales pasan desapercibidas de las grandes cadenas y portales de noticias, y
consecuentemente de las redes sociales, reducidos a expresiones aisladas y
locales en que fallecen y son expulsadas algunos millares de personas, pero que
en realidad, y dicho de modo crudo, a nadie le importa mucho más a quienes
están involucrados directamente.
Todo esto cambia cuando se trata del primer mundo, o aquellos que está en su
entorno de influencia inmediata, y para el caso la guerra de Ucrania iniciada
por la invasión (defensiva!!!) de Rusia es un ejemplo claro de las prioridades
y sesgos político-comunicacionales de la metrópolis que jalan el impacto de un
conflicto a la palestra de la atención mundial, cuestión que en todo caso
afirma el horror de la guerra, ahora además exacerbado por el uso de las redes
sociales atentas a cada movimiento de las tropas, y las víctimas civiles en los
frentes de batalla.
Este en particular tiene elementos que la hacen llamativa, por una cuestión
cultural histórica, a millones de individuos que observamos a la lejanía los
acontecimientos. Primero por la significación de Rusia como continente que
hasta hace 30 años fue la Unión Soviética. Pero de aquel contenido histórico y
simbólico nada queda, lo debemos grabar a fuego: la Rusia de Putin no tiene que
ver con el ideal socialista, es más un régimen nacional populista centrado
en los deseos de un tirano y su circulo de poder que pretende primero que todo
ganar en su posición geopolítica del imperio, una recuperación del sueño protoZarista,
más que ser el faro a los trabajadores del mundo.
Es tan evidente el domicilio político ideológico del líder ruso, que entre
los primeros que han salido a respaldar está un variopinto cóctel de líderes y
grupos nacionalistas y filofascistas, como Trump y Bolsonaro. Entiendo el apoyo
de Venezuela y Cuba como parte de sus políticas de sobrevivencias, de economías
en parmente asedio pero que otra circunstancia es probable que estarían en la
posición menos disruptiva.
Hace unos días el profesor Slavoj Zizek puntualizaba en una columna de
opinión: “La idea de que cada «modo de vida» tiene una verdad propia es lo
que vuelve a Putin atractivo para populistas de derecha como el expresidente de
los Estados Unidos Donald Trump, que dijo que la invasión rusa de Ucrania era
obra de un «genio». Y el sentimiento es mutuo: Putin habla de «desnazificar»
Ucrania, pero no hay que olvidar que apoya a la Agrupación Nacional de Marine
le Pen en Francia, a la Liga de Matteo Salvini en Italia y a otros movimientos
neofascistas reales.”
Luego, la segunda motivación, parece tan clara, es alimentar la megalomanía
del líder ¿suena conocida esa impronta, especialmente en el siglo XX?
Motivación vigente y presente en muchos rincones de la tierra.
Sobre el otro bando ¿qué se puede decir que ya no se haya planteado?
Occidente y EEUU -con su extensión intervencionista OTAN- pretendiendo
mantener su estatus de guardianes incuestionables del orden mundial unipolar,
que a esta altura se encuentra desdibujada y decadentes pero con suficiente
poder para crear y potenciar conflictos en los lugares que sea necesario,
incluso sobre la cerca del vecino, para lograr también sus objetivos de accesos
a recursos y mano de obra. Ucrania significa todo aquello pero además es un
espacio desde donde se puede molestar a ese otro miembro del vecindario que es
odioso e incómodo, para tenerlo controlado.
Claro que entremedio hay elementos que hacen del tema algo más complejo.
Grupos de reaccionarios que intentan contener los esfuerzos independentistas de
regiones que pretender estar al lado de Rusia, o el genuino deseo del país de
la gran espeta euroasiática por mantener su espacio vital a resguardo.
Como sea, esta es una guerra, como las miles que la humanidad ha vivido por siglos, que debe dar espacio y permitir controlar nuestra naturaleza belicosa, buscar salidas consensuadas sin que esto signifique sufrimiento, y en la misma línea que abra la conciencia para que millones de seres humanos que huyen de otros conflictos no sean menospreciados, al menos que esa sea una ganancia para todos.