Sin humo no hay rumba (1 de marzo 2013)

I.- En relación a la nueva disposición que prohíbe fumar, y que opera para espacios como Maestra Vida, me permito señalar una primera reacción en buen chileno y esperando que no se ofenda alguien: VALE CALLAMPA!!!

Bueno, lo digo en mi calidad de trabajador, y en el rol de una de las personas que debe hacer cumplir la medida en cuestión.

Hay algo poco sano en el nuevo hábito de rumberos que ahora deben salir a fumar a la vereda, como si el equilibrio homeostático de Maestra Vida se fractura.

Cuando estaban adentro el humo no existía a pesar que todos fumaban. Ahí había un equilibrio, pasaban piola, pero ahora los tengo al lado y son extrañamente violentos, no todos por supuesto, ahí tienes a mis dos querido Javier y Paz que hasta donde sé son unos seres amorosos, me refiero a otros que discutían y se lamentaban, y provocaban a los vecinos que en ese momento compartía el vicio, el mismo hábito que con tanto ahínco defendió el peruano Julio Ramón Ribeyro y que a pesar de haber padecido cáncer a la laringe siempre reivindicó el placer del tabaco.

Me agotó toda la ceremonia de pedir permiso y dejar el trago en algún lugar y volver a entrar y volver a pedir permiso, todo mal. Claro, también agotó a los fumadores, casi como si estuvieran pagando un castigo por dejarse llevar por un impulso sensual.

Pero creo que lo que más me impactó fue observar hacia el escenario, las mesas y la gente que las ocupa, y ver en alta definición (HD). Imagínense estar acostumbrado por 13 años mirar hacia el estrado y encontrarse con una tenue sombra en que se mezclaban imagen de los músicos –de martes a jueves-, sumado con el sonido de una canción, y la nube humeante que daba calor en invierno o simplemente creaba un tóxico halo en verano.

Ahora es una imagen limpia y nítida, no esconde secretos de rincones, todos se ven tal cual son, y de verdad que parte de la magia de la Rumba acaba en este nuevo ambiente.

II.- La Rumba es fiesta, encuentro y complicidad. La Rumba de Maestra Vida, hablando de un fenómeno que ha construido identidad en este cuarto de siglo, es todo lo anterior más el humo.

No existe otra rumba como la que se da en Pío Nono con Santa Filomena.

Cuando esta noche han salido los fumadores a dejar el humo de aquella escena análoga, se han llevado también parte de la identidad y eso es lo impactante.

Puede que recuperemos o  reinventemos la rumba, pero no volverá a ser lo mismo, nunca más.

Será algo distinto, algo como entonar la canción “El Cigarrito” sin poder imaginar el calor que declamaba su lírica, será otra cosa distinta a “Cuando amanezco con frío / Prendo un cigarro de a vara / Y me caliento la cara / Con el cigarro encendido”.

La rumba será otra cosa que no conocemos porque sin humo es incompleta, ya no se sostiene la sombra de los amantes, la intimidad del que observa a la mujer de sus desvelos, el deseo que se escabulle como una promesa entremedio del ahogo de una bocanada en el fin de un bolero o un son.

Tengo la impresión que claudicamos, simplemente dejamos que nos ganaran sin dar la palea que se merecía el acto supremo de ser comunión en el humo, hermanados todos en la nube.

Pero atentos, esta es una lucha de una guerra que no está terminada. Si hemos perdido el humo, no dejemos perder el ron. O el baile. No exagero que en cualquier momento alguien descubra que el movimiento de la pelvis es nocivo para la integridad del alma y se le buscará prohibir.

Mientras tanto veamos la manera que esta herida sane de la mejor manera.

Rumba para todos



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