"La última tentación de Cristo", Scorsese y la provocación necesaria

La reacción que generó “La última tentación de Cristo” (Martin Scorsese, 1988) fue una muestra significativa de la crisis, y de algún modo, la decadencia por la que empezaba a transitar la iglesia católica en el mundo.

Con la distancia que da el tiempo, lo que afirmaré es especialmente notorio para la iglesia de Roma, fue una de las últimas batallas simbólicas que jugó a nivel mundial en defensa de lo que entiende como el “orden natural de las cosas” (aún hoy mantiene las banderas por otras cuestiones de principios en su cosmovisión: luchar contra el aborto, contra la pena de muerte y por el matrimonio heterosexual).

Cuando fue estrenada, la recepción de parte de la curia eclesiástica fue tan furibunda, destemplada e histérica que no parece posible que tal reacción se diera sin que la mayoría de sus fieles no haya tenido la oportunidad de verla en los cines, fue un llamado a boicot fundado en la sospecha de los líderes de la iglesia que entendieron en su proyección un peligro a la ideología que sostiene sus creencias. 

Así y todo, la película en sí misma es una obra sobresaliente, un film lleno de técnicas cinematográficas, alabada por la crítica y en general para quienes la vimos en ese momento, una interesante experiencia estética.

Recuerdo la primera vez que la vi fue “clandestinamente”. Debió ser en la mitad de la década de 1990 cuando en Chile pesaba sobre su difusión un decreto de censura, bajo el argumento de que “atentaba contra la honra de Jesús y la de los cristianos vivos”, cuestión que me recuerda que mientras existan decretos que marcan una obra u objeto con el rótulo de “prohibido”, genera en el ser humano una pulsión a contemplarlo, a pesar de aquella prohibición.

Esa proyección me generó dos impactos.

Por un lado, me pareció tan obvia, para un ateo, la reflexión que propone Scorsese. La película se basó en el libro homónimo de Nikos Kazantzakis, sobre un momento de debilidad de Jesús hombre, la contradicción de aquel que tiene consciencia de un papel existencial en una historia, un proyecto, una misión, convicción que choca con la evidencia física del dolor y el sufrimiento que implica el sacrificio, y que para el personaje se traduce en “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46).

Esa perspectiva me llamó la atención, y fue suficientemente significativa como para que por un tiempo me impulsara a indagar en mi propia formación de educación católica, ajustando mis intereses intelectuales para distinguir las distintas versiones de Cristo en los 4 evangelistas, cada uno destaca aspectos y acentuaciones sobre la vida del creador de la más importante religión que ha tenido la humanidad.

La segunda perspectiva tuvo que ver con la credibilidad del personaje histórico. Jesús hombre rompe con la misión heroica (Joseph Campbell: El héroe de las mil caras) asumido en la posibilidad de la vida cotidiana, asediado por lo mundano, cumpliendo con ser un buen padre de familia, tener cónyuge, hijos, bienes, una imagen más cercana a las preocupaciones primarias del ser humano en la cultura occidental. 

Una “tentación” que tod@s l@s que han operado en el ámbito de lo público, la militancia, el activismo, la revolución han sentido alguna vez.

Ese enfoque me pareció sobresaliente, rompía con el personaje divino y estructurado desde una teleología escrita en el destino del mesías, que entrega su sangre y sacrificio para reivindicar a la especie humana.

Hace algunos años leí “Los evangelios presenta a Jesucristo” del británico Terry Eagleton. Es un ensayo que pretende aterrizar aún más a Cristo hombre en el mundo histórico en que le tocó desplegar su ministerio, un territorio social en efervescencia revolucionaria nacionalista y antimperialista, que en los grupos de resistencia política, y militar como los Zelotes, contenían la ocupación romana.

Haciendo un paréntesis absolutamente artificial, usando de modo antojadizo lo propuesto por Eagleton, a la derecha de ese mundo agitado de la Judea en ocupación se ubicaban los fariseos, junto a la aristocracia teocrática colaboracionista representada por los saduceos; en el “centro moderado” encontramos grupos como los seguidores de Jesús y Juan el Bautista y otra docena de sectas por el estilo, y a la izquierda a los zelotes, en la que los sicarios eran la facción más radical.

Todo esto parece necesario para encuadrar alguna de las acciones del activista Jesús, protestando furibundo contra los mercaderes y banqueros en las escalinatas del templo, un subversivo que en algunos pasajes de su vida intentó subvertir el orden social de su tiempo.

Otra forma de aproximarse a ese mundo histórico, teniendo en la centralidad al personaje Jesús, en este caso con un involuntario personaje de reparto, y ya que estamos en este ejercicio, es el retratado en código de comedia –para algunos críticos la mejor comedia de la historia- lo aporta “La vida de Brian” de los Monty Python, y que en Chile también estuvo censurada hasta entrada la década de 1990.

La de Scorsese tuvo algo de provocación, pero en pleno siglo XXI se ve cándido. En ese tiempo el poder de la iglesia católica era incuestionable, aún mantenía un aura de infalible, y más cuando el santo vivo en aquel momento, Juan Pablo II, se manifestara en contra de la obra, fue como si Trump llamara a sus seguidores a tomarse el capitolio sin que lo dijera explícitamente.

En Francia hubo muertos y cines atacados con fuego. Se llegó a contar una larga lista de países donde se decretó la censura del film.

La banda sonora, de Peter Gabriel, es rigurosa en la creación de un ambiente étnico, diverso y sinérgico que se puede atribuir a los parajes de tránsito como es la zona de Judea, con influencia de Asia, Europa y África.

El guion, como mencioné, adaptación del libro de Kazantzakis, es impecable, con diálogos que se adaptan a un reparto de primer orden en ese momento.

 

En Chile el Estado tuvo que cumplir una serie de medidas impuestas por el CIDH respecto de su censura, y entre otras el año 2003 la programó en horario estelar por el canal público TVN.

Un pedazo de la historia de la infamia de integristas cristianos, y en especial de una iglesia que ya no cuenta con el mismo poder, y que al contrario, está en una profunda crisis de existencia.

Hace unas noches la volví a ver, no alcancé a tomarla desde el principio, en uno de los canales de HBO. La busqué en Netflix y para Chile no está disponible, pero en otros países está programada, así que podría ser que la suban a la grilla.

Absolutamente recomendable.


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