¿Quis custodiet ipsos custodes?

¿Quién vigilará a los vigilantes?

Hay tanta policía por el mundo, que nos recuerda eso del acto fundacional de desprendernos de nuestra libertad y entregársela al Estado, el Leviatán, o en un pacto social confiar en el otro para que gobierne nuestros destinos bajo la mirada calificadora del pueblo.
Entre medio, dicen los textos canónicos, la fuerza y la violencia fue entregada a cuerpos de profesionales, oficiales -de cuya fuente está el oficio de la fuerza- para que controlaran el cumplimiento de las normas que rigen a una comunidad, sancionando u obligando a cumplir con la ley. 
Desde esa descripción principalista a la realidad mañosa de aquellos que controlan con prejuicios y parcialidad a los pobres, los errantes, los distintos hay millones de conceptos descritos que han formado una cultura en que se narra el papel de la policía como los guardianes de las élites de cada lugar.
Eso es parte del problema      





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