Arte callejero y los enemigos de la normalidad
El arte es dinámico, no es una línea de reglas estandarizadas, ni técnica y ni estética que se proyecta desde una academia y un podio institucional, aunque existan mecanismos de reconocimiento, premio y difusión que una obra y un arte aspire a ocupar.
De este modo hay expresiones que en un momento pudieran no ser consideradas como arte, por el
uso de nociones como color y forma, de sensibilidad contextual de los creadores y la
recurrencia de una técnica, en algún momento la academia la incorporan al catálogo como tendencia, escuela o disciplina. Un ejemplo mayor
es lo que hoy significa Bankys para el arte en el mundo, un grafitero con un estilo y mensaje claro y único que ha llegado a transformarse en un referente. En Chile existe una
larga tradición de muralistas urbanos y
grafiteros reconocidos a nivel continental. Sin embargo alguien expone estos
elementos y se los muestra a un conservador, que además suda reacción fascista
tendrá a un Moreira hablando sin conocimiento, y a un patético ejército de
fanáticos respondiendo en coro: eso es vandalismo, es violencia, es subversivo.
Pero la historia ha demostrado que esas expresiones de arte son más fuerte que
los intentos por normalizarlas, criminalizarlas y excluirlas.
Una notable muestra de arte callejero ha reventado junto con la rebelión de octubre, cubriendo las murallas de la ciudad con cientos de imágenes y mensajes, llenos de formas e ideas que intentan señalar en parte el sentido de la protesta, dejando un registro para que los historiadores, en el futuro, puedan leer esas manifestaciones de la creatividad de artistas anónimos y otros consagrados como la fuente que explique esta coyuntura.
Y nuevamente la derecha cavernaria apunta con el dedo estas formas de arte, sosteniendo que en la monotonía está la normalidad.
Por suerte la creación es tan poderosa como la voluntad de cambio de una sociedad.