Brigada Cruz Azul, la Dignidad!!!


Salí del departamento unos 10 minutos de las 21 horas, vivo casi al frente de cerro Huelén, con la intención de hacer unas fotos nocturnas de viernes de Dignidad. Me interesaba especialmente ver las barreras de concreto tipo “New Jersey” de casi dos metros de alto que los pacos habían instalado esa misma jornada por la mañana en la plaza donde está el monumento a sus “mártires”.
Enfilé por Alameda llegando a Portugal, todo era una especie de carnaval. Subí lentamente entre las cientos de personas que a esa hora se encontraban manifestando el cúmulo de reivindicaciones que lleva esta revuelta desde octubre: salud, pensiones, educación.... democracia!!!
Al llegar a calle Namur, una fogata no alcanzaba a iluminar la oscuridad de la vereda sur, donde se encontraban parapetados las fuerzas represivas en la plaza San Borja (el lugar fue el emplazamiento hasta la década de 1960 del hospital manejado por franciscanos desde la colonia).
Unos jóvenes gritaban la indignación de treinta años de silencio, las mismas ideas que tantas veces las generaciones anteriores se guardaron por miedo o resignación, y la respuesta desde la boca negra era solo gas y balines.
Avancé unos metros hasta llegar al frente del ahora derruido centro cultural Arte Alameda, cuando la sorpresa de las docenas de milicianos avisan que la infantería de FFEE ataca con todo el poder de fuego desde calle Ramón Corvalán rompiendo la primera línea que, además, se ve atacada por los grupos militares de la plaza que en ese momento estaba a mi espalda.
En ese instante me veo rodeado y cubierto por una densa nube química que me hace perder la orientación, cierro los ojos y alcanzo a guardarme en las palmeras del bandejón de la Alameda, y recuerdo a los compañeros del puesto médico de la brigada Cruz Azul que está en un pórtico de la galería del hotel crowne plaza, y logró llegar a su resguardo.
Me reciben generosos, solidarios y disciplinados. Cada cual asumiendo tareas especializadas, me aplican agua inyectada con rociador, en los ojos y en la boca, pero el efecto del gas ha sido impactante, me ahogo y no hallo aire limpio.
Paso a una segunda etapa. Un compañero con una ducha de mano me aplica agua y una especie de jabón líquido para sacarme el picor da la munición química, pero aún es intenso el ardor, más cuando me doy cuenta que todo el sector está saturado de lacrimógena, pues en una acto criminal los agentes del estado han disparado sus municiones justo a la entrada del centro de primeros auxilios.
Paso a una tercera fase de la atención, un sector donde había un ventilador, me sientan y me entregan unas máscaras de algodón. Se instala a mi lado Rodrigo y me habla entremedio de su indumentaria de seguridad sobre lo duro que ha sido la jornada.
Han pasado unos diez minutos y ya me siento repuesto, al menos puedo respirar, me despido de los valientes militantes de la solidaridad, que en un acto de generosa entrega están día a día, como otra docena de brigadas en la misma zona, asistiendo a los milicianos que mantienen encendida la esperanza.


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