Armando Uribe
Siempre que muere un poeta hay un temblor en la capa profunda de este país, no hay caso, es tan entrañable y bella esa costumbre de sentir la pérdida como si fuera un familiar, por supuesto no uno directo, tal vez el tío lejano que viste hace un par de años por última vez, pero suficiente como para sentir y lamentar su ausencia