Juventud y los indeseados


“Ahora vienen por mí, pero es demasiado tarde” Bertolt Brecht

Hay un juego mañoso, por no decir mentiroso, de ciertas autoridades que a la larga son una prueba de lo endeble que puede llegar a ser las audiencias cuando se les moldea desde el miedo. Hace algún tiempo se ha insistido con dos grupos que inciden centralmente, se dice, en los índices de delincuencia y violencia, cuestión que una gran falacia: la inmigración y la juventud. Ambos grupos tienen en común una suerte de condición de vulnerabilidad, son segmentos que debieran tener atención y asistencia especial de parte del estado.
Pero al mismo tiempo un uso recurrente, no solo en Chile, de estos grupos como chivo expiatorios para explicar fenómenos complejos, y centrar en ellos un miedo que es potenciado, además, por medios de comunicación y autoridades que centran una explicación fácil en estos segmentos de la población.
En esta jornada se ha avanzado un paso más, y en una suerte de gran circo de sombras, se ha apuntado en el infantojuvenil la lógica punitiva, con la falsa esperanza que hechos de diversa connotación, de desórdenes a delitos, se resuelva con mecanismos de control de dudosa e improbable efectividad.
Primero porque la incidencia real en el fenómeno de la delincuencia del grupo infantojuvenil no llega al 2,9 % del total de la población juvenil (entre 14 y 18 años) según informe del ministerio público  de 2018, y de este segmento de individuos está concentrado un aspecto particular que es la reincidencia. Según el anuario del mismo organismo, la participación infantojuvenil en el total de delitos ingresados al sistema judicial es cerca del 1%.
Segundo, porque respecto de los otros aspectos de orden público que se pretende controlar, y se ha insistido largamente para justificar los distintos mecanismos que municipios quieren contener y controlar: consumo de droga, alcohol, pendencia, microtráfico, existen ordenanzas especializadas, legislación e instrumentos legales que hacen inoficioso nuevos cuerpos legislativos, porque además en la mayoría de los municipios no hay capacidad para hacer cumplir restricciones como las que se ofrece implementar, estamos hablando de un nivel de control que raya en el fascismo, en que muchas conductas son observadas y reprimida por venir en este grupo, cuando es perfectamente abordable con los instrumentos que ya existen.
Por último, es alarmante el modo en cómo avanza una suerte de paranoia entorno a la alteridad, los grupos que son distintos, muchas veces los más vulnerables, que requieren una atención especial se transforman en quienes se les debe contener y controlar, parafraseando al poeta alemán Bertolt Brecht, no me importó mientras no se trató de mí, pero cuando ya era parte de los indeseados era demasiado tarde.



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