Cuenta pública y élite


La élite en Chile despierta cada cierto tiempo preocupada del “porqué nos estamos yendo a la mierda”. En la cuenta pública del 1 de junio, el señor presidente, impostando un tono de estadista, se lamentó y nos advirtió,  que debíamos estar preparados para un futuro no tan brillante como el que vendió a principio de su mandato.
En estos momentos, múltiples análisis de los conceptos de la cuenta, concluyen que el punto de inflexión sin duda fue al que llaman “canto de sirena de las  movilizaciones estudiantiles de 2011”,  que llevó a un sector de partidos políticos a responder a los reclamos de ese entonces, levantando una agenda de reformas en sintonía con las exigencias.
Obviamente que tiene sentido para el relato de la élite que, el escuchar a la gente es un pecado para cualquier dirigente que se precie de responsable y que “para eso están las elecciones”, dirán, las que en cada periodo recogen la sensibilidad de la población. Sin embargo, hay un  olvido conveniente de la historia que muestra que los cambios que han significado sustanciales avances de las conquistas sociales en Chile tuvieron su origen en las movilizaciones sociales. Sin el reclamo de millones de habitantes del territorio, tal vez aún se estaría discutiendo la pertinencia del voto femenino, o de los derechos laborales, o incluso estar gobernados por una dictadura. De estas cosas trata la historia, por ejemplo, disciplina que es arrinconada en los colegios  y limitada a ser entendida como una sumatoria de efemérides y no como procesos.
Estamos entrando en un periodo en el que se pretende diluir los avances logrados en el reconocimiento de derechos sociales, se ha señalado que no se pueden sostener sin afectar los equilibrios macroeconómicos y nuevamente se justifica una supuesta dicotomía: o mejorar la distribución, y democratizar la sociedad, versus crecer, desarrollar y enriquecer a la élite, que de la opulencia de esta podremos mejorar las condiciones de la mayoría, por chorreo.
Sostenemos, a diferencia de lo que señalan los voceros del poder, que sólo cuando el pueblo se moviliza, es posible modificar las agendas en beneficio de  la mayoría y que para miles de familias el que se haya producido aquella irrupción de estudiantes ha sido el mejor avance en la lucha contra de la desigualdad social.
Claro, a pesar del deseo de la élite.



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