El tiempo es cómplice del olvido
La historia es la siguiente: hace 3 años una cliente habitual del boliche llega muy, pero muy "above the ball", tanto que le tenemos que indicar que no puede ingresar. Bueno, a veces se toma bien, a veces se toma mal, pero en general cuando se trata de un@ habitual se llega siempre a un punto de entendimiento, pues logran comprender que si "queman las naves" simplemente no vuelve a nuestra rumba. El caso es que la dichosa chica lo tomo muy mal. Insultó, gruñó, escupió, lanzó los peores deseos y maldiciones, y esto por casi una hora. Recuerdo que ya agotados de todo el asunto le aseguré que no habría perdón en mi alma, que la memoria es la peor de las aliadas y que si en ese momento no terminaba con el show le prometía que nunca más volviera a pisar esa esquina del barrio. Creo que pateo la reja y se fue. Eso pensé, se alejó solo para volver y pegar un papel adhesivo con la siguiente advertencia: "Preparate pq tu huea local se va quemar pronto" (sic).
Han pasado los años y en verdad que cada cierto tiempo recuerdo esa anécdota, lo cuento como ejemplo de las locuras que provoca en alcohol o las mezclas de sustancias mal administradas.
Esta noche apareció, estaba distinta, sin maquillaje y venía de la mano de un hombre. Se acercó a la puerta como quién llega a un lugar que nunca ha visitado, miró la entrada, miró el letrero, y mira a su pareja. La vi y reconocí casi de inmediato. En eso momento no cruzó la vista conmigo, y la performance incluía su "reticencia" a ingresar, onda "es tarde y en realidad vamos a otro lugar...". Él quería ver y yo por supuesto le di el pase. Miran y deciden quedarse, en eso punto debo resolver. Bastó una mirada suya que era cerca de "disculpa, pero él no sabe" y como un brillo de esa humanidad que mi personaje muchas veces carece le dejé pasar.
Seguimos aquí, nos hemos quemado varías veces, pero nunca ha alcanzado para derribar el local, y su vaticinio no se cumplió.
El tiempo es cómplice del olvido.
Han pasado los años y en verdad que cada cierto tiempo recuerdo esa anécdota, lo cuento como ejemplo de las locuras que provoca en alcohol o las mezclas de sustancias mal administradas.
Esta noche apareció, estaba distinta, sin maquillaje y venía de la mano de un hombre. Se acercó a la puerta como quién llega a un lugar que nunca ha visitado, miró la entrada, miró el letrero, y mira a su pareja. La vi y reconocí casi de inmediato. En eso momento no cruzó la vista conmigo, y la performance incluía su "reticencia" a ingresar, onda "es tarde y en realidad vamos a otro lugar...". Él quería ver y yo por supuesto le di el pase. Miran y deciden quedarse, en eso punto debo resolver. Bastó una mirada suya que era cerca de "disculpa, pero él no sabe" y como un brillo de esa humanidad que mi personaje muchas veces carece le dejé pasar.
Seguimos aquí, nos hemos quemado varías veces, pero nunca ha alcanzado para derribar el local, y su vaticinio no se cumplió.
El tiempo es cómplice del olvido.