Testosterona, demografía en crisis y supervivencia.

Hace un par de semanas me he topado con la especulación, muy lúcida se debe admitir, de Michael Moore donde sostenía que hay una marcada tendencia al declive del género masculino -número de nacimientos de hombre-, tal vez como una forma que tiene la naturaleza para defender de algún modo el camino irreversible -vivimos en la era del antropoceno-, en este punto ese destino parece cierto, a la transformación de la existencia tal como la conocemos.
Resulta que no es descabellada esta intuición del artista. Por ejemplo si validamos la hipótesis Gaia, es decir, de un sistema vivo de la biosfera planetaria que equilibra distintos parámetros para la sustentación biológica de sus componentes, la tesis de Moore pudiera tener asidero.


Ante la crìsis sistémica de la bios, el propio sistema busca modos para contener el avance del daño, en este caso causado por uno de sus componentes: nosotros la especie humana.

Avanzando un poco más en esta reflexión, resulta que una de las cuestiones que llama a atención, y lo marcaba Moore, es que es el exceso de testosterona la que incide de algún modo muchos de los conflictos micros y macros en la bios (desde la pendencia barrial a la guerra del medio oriente). la violencia de nuestros modos de vida -cultura, capitalista, machista-normativo- y la falta de filtros que ayuden a contener una aparente incontinencia física que se expresa en la destrucción, lo que distintos sistemas moreles ha dado por identificar como la “maldad”, hace que Gaia intente contener el exceso de testosterona y por lo tanto a uno de sus principales generadores: el hombre. 

La seducción de la maldad es una muestra de arquetipos, todos masculinos, que se representan en el cine y que tiene al hombre como exclusivo actor. La cultura recoge el impulso y lo exacerba, parece evidente, y reproduce en sus modelos 
algo que a nivel sistémico se intenta revertir con el nacimiento de más mujeres.

Abierto el debate.


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