Vuelvo donde partí.
Probablemente este lugar esté en pie mucho después de que
yo me marche.
Y en todo caso no es una mala idea que un antro como
Maestra Vida se mantenga bullente, pues en algún momento me permitiría, tal vez
tenga la valentía de hacerlo, y pase por esa esquina a saludar a los que se
mantienen -siempre hay huesos duros de roer- y reconocer a los que han
cambiado, hacer un salud por los que se han ido, y en definitiva escuchar y
bailar una salsita como Dios manda.
A lo mejor esa idea me mantiene despierto cuando no logro
coordinar el alma con la voluntad, noches de insomnio en que la única alegría
es volver sobre la carpeta de clásicos de la salsa y que se repiten
aleatoriamente en el laptop.
Estoy lejos, lo sé, pero creo que no basta con reconocerme
en la historia de un lugar, en las cientos de veces en que cada semana
terminaba -o partía- mi jornada en esa coordenada. Me succionó como una droga,
un duro volumen de quebrantos donde metía todas las relaciones sociales
posibles: el estudio, el trabajo, los amigos, la familia y el amor, todo
circulaba por aquella pista, un caleidoscopio que mostraba entres su luz y
colores mi mundo.
Pero sigue siendo la vida como una noche de baile, llegas
a las 23:00 hrs, y sabes que en algún momento debes parara para descansar, o
salir a dar una vuelta al barrio para después volver a las 3 de la mañana para
disfrutar las últimas horas.
Y cuando escuchas "Todo tiene su final" sabes, idealmente, que bailas con la persona
con la que terminaras tu vida.
Vuelvo sobre mis pasos.