Antes del recuerdo.


El recuerdo se fue quedando en el camino. Nunca más pude devolver claramente el momento ni la circunstancia, efímera, diría, como la canción que se consume en un instante, sin gloria, una sombra que desdibuja el intenso sol que se mira de frente, y ya no hay imagen, ni memoria, solo la luz quemando, segando sin alarma, solo luz.
La memoria, estimado Gregorio, una especie de mentira de la hora sin sigilo, aquel momento en que se pierde la paciencia y se confunden las palabras y los deseos, sabe, el momento que es una suma de posibilidades sin destino, así se va el recuerdo.
La recuerdo, estimado amigo, como una pasmosa intrépida, una estación repetida de tanto soportar la noche, no es distinta de otras estaciones, lluvia y frío, sol y calor, no se agrega ni una sola razón, ella fue ese evento, fueron dos, tal vez tres y se fue, y lo que queda es la repetición del sonido, si es que existió, como la herencia no deseada, inesperada, le digo mi entrañable confidente, que se confunde, me confundo con otras tantas noche, días, tardes, meridianas jornadas de felicidad o desdicha, así fue como perdí su recuerdo.
Ahora que el tiempo me pide el canon a la distancia, cobrar su estipendio, no puedo pagar el precio, no tengo nada que entregar, solo la lejana figura que se suma, sobreponiendo  su volumen a otros volúmenes de estímulos.
¿De qué se trata todo esto? Me pregunta con justa razón. Se trata de que sé que está, en algún lugar debe estar sospechando que en la antípoda de su momento hay un ser que sabe que existe pero ya no está, al menos al alcance, ni siquiera en la memoria y eso me atormenta por no haber obligado a retenerla siquiera como un espasmo, una brizna de perfume, una estela en la noche, una mancha en el aire, nada. Y sin embargo esté este momento, y de tanto soportar la distancia, no voy a soltar este momento. 

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