Este caluroso presente.
Tengo unos minutos para escribir -describir- el calor de
esta hora. El sudor que ensucia la ropa, que me adhiere al sofá, a la falta de
ánimo incluso. En otro tiempo fue distinto, por lo que recuerdo, en que
compartía estas jornadas de verano con una devoción a la compañía, al calor del
ambiente cubierto del calor de los cuerpo, que 30 grados pasaban a 40 y que
solamente el ventilador ruinoso de la habitación lograba barrer el silencio de
después de consumar el amor.
Me queda menos tiempo. Ya me resigno a la idea de
soportar la temperatura sin jugo que compartir, no porque no tenga, simplemente
porque no hay a quien abrazar. El calor deshizo el lazo que unía las partes de
nuestras constituciones biológicas. Ahora soy un ser inerte tecleando ideas que
pueden parecer inverosímiles, y me doy cuenta que siempre cabe la posibilidad
que todo sea un sueño, una seguidilla de estímulos neurológicos que hacen
aparecer escenas de un mundo que nunca existió, o solamente como una
experiencia puntal, pero que en el estado sonámbulo se repite como una
tradición, donde las temporadas pasadas no son más que el anhelo de una estimulante vida calurosa.
Sin dilucidar el punto de la pertinente realidad ¿En los
sueños hay responsabilidad? es decir, en los actos positivo o de omisión que se
cometen, se es responsable de las consecuencias.
Rápidamente este texto se traslada a la dimensión de la
especulación axiológico, y yo lo único que quiero es entender este calor
insultante y que no tengo con quien compartir un fresco jugo...
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