Sobre fronteras, símbolos, calles y memoria: 11 de Septiembre.

Para mí, y creo que para muchos en Santiago, existe una frontera imaginaria que hace muchas diferencias de origen y proyección social. Plaza Italia es un límite que marca mucho más que el inicio o termino de comunas, es la línea que indica que en una urbe pueden haber realidades radicalmente diversas, de manera perversa muchas veces.
En general no tengo que cruzar mucho esa frontera, en realidad la evito en la medida de los posible, me gustan las zonas por donde transito habitualmente: La Florida a Santiago y todo el paisaje intermedio. El bicicleta recorro el interior de San Joaquín y La Granja, Macul y Ñuñoa que tienen distintos orígenes y desarrollos pero siempre existe una cercanía que simplemente no se encuentra en esa zona plástica que va de Plaza Italia al oriente.
Y discúlpenme los amigos que habitan esta otra ciudad, que sé que hay seres maravillosos y desinteresados que no cuadran en las descripción mental que hago, pero no puedo evitar sentir esa incomodada.
Esta mañana ha pasado algo que me hace pensar en todo esto que declaro. El cambio de una de las mayores manifestaciones del poder de la elite, con sus formas representadas en símbolos urbanos ha dejado de existir, y bueno también uno de los argumentos que de alguna manera determinaban la distancia que tenía en esta zona de la ciudad se diluya. Imagina que una calle se llame "11 de septiembre" y nadie se sienta impedido por la incomodidad de lo que significó para la historia y el destino de miles, sino de millones de chilenos me parece en extremo doloroso.
Entrar por avenida Providencia y encontrarse con esta referencia al triunfo del horro era una ofensa a los que perdieron -aún hoy se siguen sintiendo los efectos de esa derrota- ese fatal día de 1973.
Debo decir que me costará, como tal vez a mucho otros, el entrar en este otro Chile próspero y brillante como las mostacillas falsas en una joya de dudosa procedencia, he indicar "Nueva Providencia" esquina Manuel Montt, por ejemplo.
En buena hora por los vecinos dignos de esa comuna. En hora buena por la memoria de los que perdieron hasta la vida desde esa fecha que se veía congraciada con el nombre de una avenida, En hora buena por los que gestionan sus compromisos políticos y lograron imponerse.
Ojalá, el todo caso, este fuera el primer paso para transformar ya no los símbolos, sino también las obras que se gestaron desde el mismo del 11 de septiembre y para que al fin recupere, como efeméride, el sitio que corresponde: la fundación de los peor de la historia de nuestro país.

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