Reseña “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX" de Mario Góngora
Mario Góngora, tal vez el más destacado historiador conservador de la segunda mitad del siglo XX, en este trabajo asienta muchas de las cuestiones que posteriormente han sido debatido por la historiografía en el amplio espectro de escuelas y enfoques. Esta reseña es parte de un ejercicio académico de pregrado y debe ser entendido como una aproximación a las principales tesis que este historiador coloca a disposición en su texto publicado el año 1984.
I.- Discrepancia de Góngora respecto a
la tesis de Alberto Edwards "La fronda aristocrática"
La tesis de Edwards se contiene en la idea de que la república se funda en la proyección del respeto a la autoridad como figura fuerte, representada primero por la corona española[1] en la colonia, y que de manera natural debiera tener una continuidad en la aristocracia como grupo social a la que llamó “fronda aristocrática”. El régimen portaliano sería esa proyección en la claridad de un discurso político fundacional que está encarnado en aquel grupo social.
Exceptuando el periodo de 1814 al 1829
-enfrentamiento pipiolos y pelucones- el modelo se institucionaliza en la
constitución de 1833.
La noción portaliana es un concepto
central en la historiografía conservadora, que irradia al ancho a los
historiadores por décadas de debates. Sin ir más lejos, Alfredo
Jocelyn-Holt se hace cargo de esta idea, la influencia de Portales y la imagen
que proyecta la elite desde concepciones como la de Edwards en tanto la
relación entre la élites y el orden social imperante [2].
Para Góngora, a
pesar de provenir de una matriz ideológica conservadora, discrepa de
Edwards. “Pienso… en contraposición en este punto con Edwards…
que el régimen de Portales no era “impersonal” o abstracto, sino que el
gobierno tenía que apoyarse en una aristocracia… debería estar sujeta al
gobierno por su propio interés en el orden público…”[3]
Esta discrepancia
tiene que ver con la forma del mito portaliano ya mencionado, en el que la
estabilidad política que se tuvo durante el siglo XIX (excepción la guerra de
1891 que a pesar de los años aún mantiene el debate sobre su origen, alcance y
naturaleza) se proyecta hasta el siglo XX.
Edwards propone
una figura abstracta que está unida de manera natural: el grupo social con
identidad y el Estado. Estos mantenían una unidad que le da sustento a un
modelo de sociedad inspirado en la tradición hispana. En cambio, Góngora
rechaza esta tesis al separar la naturaleza del grupo social y el gobierno (la
administración), que se relacionan en un esquema de mutuo interés en dos ideas
fuerza: orden y estabilidad.
“La creación de
Portales nace, pues, bajo un signo ambiguo: política y socialmente fuerte, pero
interiormente marcada por el escepticismo”[4]
Esta doble
condición es la que proviene del papel de la aristocracia, grupo social que
tiene claridad de sus intereses que se logran en una administración de Estado
fuerte y estable, y que Portales entiende como una alianza necesaria para
lograr avanzar en la consolidación de su proyecto nacional.[5]
Portales desconfía
de la aristocracia. Existe una idea de admiración contenida y crítica hacia ese
grupo social.
Góngora habla de
un ethos republicano [6] para referir la continuidad autoritaria que
concibe Portales, pero que se arrastra desde la colonia en la obediencia al
monarca. Refuerza la idea del interés del Estado en apoyarse en la aristocracia
y darle estabilidad a la formación de una identidad nacional [7].
II.- Representación política
y simbólica de Arturo Alessandri para Mario Góngora.
“…el tribuno de la plebe frente al senado”[8]
Existe en Góngora un reconocimiento explícito al papel que juega Alessandri en el devenir de la historia del siglo XX. Ya cuando le atribuye ser un continuador del legado político e ideario que se entiende en la frustrada experiencia de Balmaceda “…en cierta manera revive en él Balmaceda” al querer reformar el orden institucional que se funda en la constitución y el sistema presidencialista. La experiencia parlamentaria generaba muchas dudas por la crisis provocada por las luchas intestinas, entre las castas que se representan en el congreso.
Existe un descredito moral que se
interpreta en el orden de las cosas, una crisis que se ampara en la exclusión
de sectores sociales meritocráticos y del proletariado, ya que no tienen voz en
el sistema de representaciones políticas. Habla de “legislación social lo
más completa posible” como forma de “rescatar”, en especial al proletariado
de las posiciones radicales.
A Alessandri le gustaba decir que las
reformas retardan la revolución. En él hay una idea que se puede interpretar
como el inicio de una etapa que llega incluso hasta la década del sesenta y que
Góngora identifica como una especie de socialismo moderado y que se expresa en
la noción de Estado, junto con el caudillismo de Carlos Ibáñez "... es
Estado debe tener una actitud protectora para todos los estratos de la sociedad..."
[9]
La claridad con la que destaca el autor
la visión de Alessandri para entender la necesidad de cambios profundos, sin
ser estructurales en un sentido del orden social de las clases, pero
indispensables para avanzar en la construcción de una nación que incluya a los
que no han sido oídos desde los albores de la república. Es todo lo que la
modernidad incorpora en su repertorio de nociones ideológicas: capitalismo en
forma, inclusión social, reconocimiento de distintos sectores sociales, obras
públicas, educación, salud.
Su poder transformador y la posibilidad
de fundar esas ideas de progreso, en una constitución, es su principal
legado. De por medio la presión de la oficialidad joven que se ve
involucrada en la vindicación de mejores condiciones económicas y sociales
tanto para su gremio como para otros sectores sociales, que finalmente fue
plebiscitado con una muy baja participación electoral, pero que fue suficiente
para proyectarse hasta la década de los setenta.
III.- La Era de las Planificaciones como referencia desde la década del sesenta en Chile.
El papel de la técnica como lugar desde donde se pudiera construir desarrollo es un nuevo discurso y paradigma que se instala desde la Cepal, y es esencial para entender el periodo que va desde 1950 a 1976 [10].
Básicamente la lógica que impulsa el
centro de estudio de la NU, es la posibilidad de entender la realidad con
instrumentos metodológicos más o menos objetivos y con esa información y
parámetros definir políticas públicas en áreas específicas para mejorar el
desempeño de toda la sociedad.
Este paradigma requirió al menos una
generación de técnicos para que pudiera entrar en funcionamiento.
Otro antecedente importante es el
impulso que realiza la administración Kennedy en el marco de la guerra fría en
un intento por contener el "ejemplo de la revolución cubana”, impulsa la
"Alianza para el Progreso" que tiene un efecto en el mediano plazo y
que entraría a tener sentido en la administración democristiana.
Por lo tanto, recién desde 1964 es
cuando cuaja esta lógica, en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, quien
incorpora criterios técnicos de la Alianza para el Progreso en dos áreas
prioritarias: nacionalización parcial de la propiedad del cobre y reforma
agraria.
Una segunda etapa de este periodo de
planificación fue el que se produce en el gobierno de la Unidad Popular, donde
se coloca el acento en una profundización de la planificación en tanto
perspectiva de transformación productiva y traspaso de los medios de producción
al sector social y público.
La expropiación como mecanismo de
aseguramiento del cumplimiento de metas de producción de bienes necesarios para
la población, o el desarrollo de la economía en áreas estratégicas como el
cobre y otros metales, las telecomunicaciones y la banca, son parte del
discurso y la acción que caracterizan el gobierno popular.
Una tercera ola de planificación,
señala Góngora, es la que se inicia con el golpe de estado de 1973. El autor
enmarca ésta en una "actitud nacionalista" [11] que aun entendía al Estado como un articulador aunque mediatizado
por el "principio de Subsidiariedad" [12] .
Esta etapa se caracteriza por el
desmantelamiento de un tipo de gestión vinculado al control y provisión de parte
del estado a las necesidades de la sociedad, por otro donde el marcado se ubica
en el centro desde donde surgen las prestaciones.
Hablamos de la instalación del sistema
neoliberal.
IV.- Góngora y su
cuestionamiento a la Unidad Popular.
Góngora es crítico a la experiencia de la Unidad Popular. Primero por considerarla como parte de un esfuerzo ideológico marxista que desprecia por ajeno los valores conservadores y nacionales que él defiende.
Luego también es crítico al gobierno
popular por cuanto Allende, junto con el bloque que le apoya, declara que el
orden institucional vigente debe ser respetado por consideraciones tácticas [13], en definitiva, la gestión se debe encuadrar en la "legalidad
burguesa".
Dato importante es que el autor apoyó y
votó las tres primeras elecciones presidenciales a Allende, siendo la cuarta
donde se aleja y finalmente se transforma en un opositor. Este antecedente sirve
para situar también la crítica que realiza al contexto de alianzas que apoyan
el proceso que impulsa la Unidad Popular.
Góngora ve en el debate teórico que se
da al interior de la alianza popular una concepción de estado que pudiera desencadenar
un proceso de transformaciones radical.
La concepción de estado democrático
burgués es asumida por la alianza de gobierno como un momento táctico, que
debiera ser superado por uno nuevo en línea con la concepción teórica marxista.
Esta tención, a la larga, contextualiza
lo que vendría después con el golpe de estado.
El componente de las fuerzas armadas
respetuosos del proceso constitucional es una constante, en voz del General
Carlos Prats que plantea que en la medida que exista respeto al estado de derecho
no habría peligro de intervención militar.
V.- Crítica histórica a la
Dictadura Militar en Chile.
Desde el momento que el régimen define donde estará su alma, y que el discurso y la acción comienza a desmontar el estado empresario (noción de Estado proveedor que cuenta con empresas que actúan como reguladores de los factores económico) hasta las lógicas ultra monetarias que simplemente "jibariza" el aparato público. Góngora habla de una "revolución desde arriba" [14].
De la misma forma a como se zanjó el
debate de las almas que contenía la dictadura una vez producida el golpe
militar, donde nacionalistas estatales (apoyados por militares que entendían la
importancia de contar con un estado con presencia) y economistas vinculados a
la Universidad Católica con postgrados en la Universidad de Chicago y que
propugnaban avanzar en transformaciones monetaristas (control de la inflación y
libertad de los factores económicos) [15] le dan sentido a la crítica que realiza Góngora al proceso, a
pesar de reconocer la hazaña de controlar la inflación u otras materias de
orden macroeconómicas.
Su noción de nación está estrechamente
relacionada con el Estado como institución que define y afirma a la nación.
"... el Estado el que ha
ido configurando y afirmando la nacionalidad chilena... la finalidad... el bien
común en todas las dimensiones... Ahora, en cambio, se expande la tendencia a
la privatización y la convicción de que la "libertad económica" es la
base de la libertad política y finalmente de toda libertad se enuncia por
representantes del equipo económico, sin tomar el peso a la semejanza de este
postulado con los de un marxismo primario..." [16].
Aquí la crítica medular al proceso de
transformación que impulsó la dictadura y que un sector conservador que
respaldó el golpe y al gobierno militar no estuvieron de acuerdo con el sentido
que adquirió.
Se ha dicho, también, que con el
ingreso de los Chicago Boy al manejo económico, entra a tallar la tecnocracia
que se ha proyectado hasta nuestros días, donde las decisiones políticas pasan
por el visado del economista, pieza central en el nuevo orden político.
VI.- En la perspectiva de comprensión de
época, desde la década de 1920 a 1973 existe una coincidencia interna y
dialéctica que se puede entender en la tesis de Góngora.
Habría una lógica en el desarrollo de todo el periodo y dice relación con la irrupción de la modernidad (en su acepción socio económica se habla de modernización) como discurso ordenador en la sociedad. Esta perspectiva plantea desafíos a la institucionalidad y a las representaciones políticas que se centran primero que todo en el reconocimiento de grupos sociales excluidos hasta ese momento, y luego en el cumplimiento de una agenda que recoja las aspiraciones de mejoras sociales.
Un proletariado urbano y capas medias de
profesionales piden que ese reconocimiento esté emparejado con las obras de
mejoras en garantías de trabajo, salud, educación y vivienda y que de alguna
manera los gobiernos incorporan desde la década del veinte.
En un sentido estructural creemos que
sí estamos hablando de un mismo proceso ascendente que va radicalizando un
petitorio en la medida que las expectativas de la modernización mejoran.
La electrificación, por ejemplo, que se
comienza a masificar desde fines de la década del treinta con la creación de la
CORFO que desarrolla un plan de instalación de hidroeléctricas a lo largo del
país, significa para la población la incorporación a un mayor rango de consumo
que se amplía en la medida que nuevos bienes se incorporan a la oferta. Es esa
la lógica que podría simbolizar la modernidad y que determina el carácter del
periodo.
Por otro lado, la toma de conciencia de
los sectores populares (proletariado urbano, sectores campesinos y otros
subgrupos específicos de obreros) que también requieren atención, primero para
resolver problemas sociales graves que significaban altas tasa de mortalidad
infantil, junto con la perspectiva que implican los discursos emancipadores que
apostaban por transformaciones radicales y que logró representar a casi el 40 %
de la población electoralmente activa, que apostó por apoyar la perspectiva del
proyecto reformista modernizador.
El discurso "Programa
Presidencial" [17] (1926) de Arturo Alessandri intenta recoger ese primer y potente
impulso que venía desplegándose desde las últimas décadas del siglo XIX, la
llamada cuestión social, hasta el discurso de despedida de Allende cuando es
bombardeada la Moneda puede ser entendida desde una coherencia interna.
Alessandri se plantea como un paladín
que resiste los embates de grupos sociales afines de su entorno, pero que no
son capaces de entender las urgencias de la historia. Allende ve como se
destruye el genuino esfuerzo por cumplir un programa de transformaciones que
tiene algo de ese legado original y contextualizado en la década del veinte.
Entre medio las experiencias de
presidentes y administraciones mediadas por caudillos y partidos políticos [18] que intentan encausar la carga de peticiones y expectativas de las
capas medias y del proletariado.
El siglo XX fue un periodo lleno de
expresiones que se implementaron de manera excepcional, por ejemplo
"Frente Popular" (coalición de fuerzas políticas de centro e
izquierda, constituido a parte de Chile, en España y Francia) entre los años
1937 y 1941, pero que sí tenía un discurso modernizador y un proyecto que se
expresaba en obras públicas y mejoras sociales.
Estas experiencias políticas fueron
matizadas por los discursos partidistas en el contexto de la guerra fría, donde
el espacio de acción siempre estuvo dominado por formas de antagonismo que el
sistema supo encausar institucionalmente.
Con Allende se termina una etapa en que
el discurso de liderazgo era coincidente con programas que intentaban cumplir
con acceso universal a prestaciones que no llegaban a todos los sectores
sociales, en este sentido la velocidad que adquirió el proceso no quita el
debate sobre la naturaleza genuinamente revolucionaria (desde la noción que
aporta el marxismo). Pero incluso en esta coyuntura, el hecho que se realizara
dentro de los marcos institucionales hace mucho más probable que la orientación
de las transformaciones que proponía la Unidad Popular, estuviese en dirección
de cumplimiento forzado de un modelo reformista más que de transformador
radical en un sentido marxista.
Sobre la radicalidad también puede ser
entendida como parte del impulso de la modernización. Alessandri fue resistido
por asumir una postura fáctica (proponer avanzar en la modernización truncada el
año 1891) y simbólica al incorporar en su discurso a los grupos sociales que
habían estado vinculados a prácticas políticas de izquierda y anarquistas.
Góngora entiende, en todo caso, que las
dos almas de la Unidad Popular tienen menos de conflicto y más de táctica
discursiva para avanzar en las transformaciones estructurales, que él ve en el
gobierno popular. Fue finalmente esta postura la que justificó lo que vendría
posteriormente, es decir, ante la inminencia de un desborde de las exigencias
populares alentadas por la administración, la institucionalidad no resistiría.