Ciencias de lo social. Pretensión de conocimiento

La Ciencia de lo Social

En el siglo XV (1453) la ciudad estado de Constantinopla se encuentra asediada por las fuerzas turcas, sitiada militarmente tiene los días contados y con aquello el imperio de Oriente, último vestigio de una historia de 2000 años.
A pesar de lo dramático de la situación en los intramuros de la capital imperial la principal preocupación y debate que apasionaba los círculos de poder, teológico e ideológicos refería a la sexualidad de los ángeles, el género de los querubines y toda la corte de personajes que acompañaban el paraíso. De esta anécdota surge la expresión “Discusión Bizantina”.
Esta es la forma en que muchas veces el debate de las ciencias sociales y la pretensión de comprensión de la realidad chocan como una discusión de sabios y teólogos que no dice mucho de esa pretendida “realidad”.
Esta es una idea que está muy presente en el debate epistémico sobre las pretensiones de conocimiento que en las ciencias sociales caben.
Pero el lograr un encuadre conceptual de “ciencias de lo social”, ya ahora como objeto de estudio, requiere altas dosis de imaginación y entereza ética, pues dicho de manera franca lo que llamamos ciencia tiene más de especulación figurativa que de instrumento operativo, a pesar que sí funciona.
Mario Bunge en su trabajo como divulgador y filósofo de la ciencia (en especial “Cápsulas”, Gedisa 2011) realiza un recorrido por la mayoría de los máximos exponentes de la disciplina epistemológica y se detiene especialmente en las figuras de Kuhn y Feyerabend como representantes de una mala práctica –“política”- que hace aparecer escurridizo el conocimiento por las inconsistencias del método y la ubicación respecto del poder que tiene la ciencia.
Esta dinámica, de todas maneras necesaria, de mirada introspectiva sobre los alcances de la ciencia, vinculada primeramente con las disciplinas duras (categoría ideológica)  deja en un mal pie la posibilidad de inscribir a las ciencias de lo social como otra cosa más que mecanismos de control sobre los individuos y las colectividades. Y a pasar de todo esto sí funciona, es decir si queremos formalizar un proyecto de “intervención” los que presentan y los que reciben aquel instrumento conceptual, con un lenguaje tecnificado entienden lo que se quiere y en la implementación de aquella herramienta se puede evaluar los logros y errores del esfuerzo científico.
A pesar de las consideraciones anteriores se proponen dos inscripciones que intentan sintetizar el encuadre conceptual de la naturaleza de la ciencia de lo social y que demuestran la ubicuidad de este intento. La primera es una ordenación de elementos en común que se centra en una definición positivista y fáctica; la segunda esta centrada desde el debate posestructuralista o postmoderno. En ambas se han utilizado las categorías de saber y poder de Foucault y la noción de ideología elaborado en el curso de Introducción a las ciencias sociales.
1.- Disciplinas con pretensión de conocimiento del fenómeno humano y sus interacciones tanto con el entorno ambiental como con las instituciones. Formalmente metodologías que permitirían al cientista construir conocimiento a partir de la observación metódica, estableciendo hipótesis y eventualmente modificando esas interacciones, intervención validada por la utilización de una metodología hegemónica;
2.- Potencialidad de conocimiento mediado por las herramientas conceptuales del observador, el cientista por un lado, y las condiciones del objeto estudiado. Es la construcción de hipótesis dinámicas, respaldadas en métodos diversos que se sintetizan en un momento determinado y que están encuadradas en hegemonías temporales.

Los dos encuadres se sostienen en una pretensión temporal de conocimiento y en el papel del observador que invariablemente deja al objeto de estudio superado por estas dos dimensiones. Al parecer serían más importantes las implicancias operacionales de las ciencias sociales que el conocimiento que se supone se agrega al acervo de la sociedad.

La pretensión como objeto:

El Aleph, el relato de Borges que indaga en los límites de la observación omnipresente, a caso la máxima representación simbólica del conocimiento cosificado, la pretensión de totalidad es la que podríamos encontrar en todo científico.
Esta metáfora es muy esclarecedora para situara el objeto de la comprensión que aspira la ciencia social, explica esa tendencia a la permanente superación de teorías sobre los más diversos tópicos del fenómeno humano, como si se pudiera acabar comprendiendo cada combinación posible de las conductas.
Pero el fin de comprensión estará siempre estimulado por la hegemonía que en un momento histórico direcciona las prioridades de la investigación social, acorralándola en temáticas modelos que no hacen más que reforzar el sentido instrumental de las ciencias sociales.
El “control” de conductas antisociales, que son esencialmente costosas por la baja de logros productivos o dicho de manera más radical por el valor de uso de la mano de obra y los efectos que esas conductas producen en el entorno de los sujetos, como por ejemplo la dependencia a sustancias.
Las disciplinas sociales están preparadas para intervenir al sujeto y su entorno para reintegrarlo a los procesos productivos. Es claro que el objeto de las ciencias sociales es la normalización de conductas muchas veces centrípetas basándose en las estructuras de conocimiento constituido por esa visión omnipresente de las ciencias sociales.

Legitimidad de una pretensión:

Foucault identifica la estructura de poder en dos límites: reglas del derecho que delimitan ese poder; y los efectos de verdad que ese poder produce. Esta estructura se describe en el triángulo: Poder, derecho y verdad.
La relación entre poder y verdad y la validación que se normaliza en el derecho sería el mecanismo de validación de la ciencia “[…] creadoras de aparatos de saber y de múltiples dominaciones de conocimiento
La validación de la ciencia como promesa de saber y que dice la verdad es tal vez la principal herramienta de control sobre la sociedad. Boaventura de Sousa Santos identifica esta legitimidad hegemónica, por ejemplo, en la condición del descubridor/descubierto identificándola como “[…]una relación de poder y de saber, es descubridor quien tiene mayor poder y saber y, en consecuencia, capacidad para declarara al otro como descubierto.”
Se puede entender la anterior definición como esencialmente ideológica y sustentada en la hegemonía de epistemes que se da en un determinado momento histórico.

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