Cosas singulares
Es
cosa singular amigos míos, lo que los hombres llaman placer; y ¡qué relaciones
maravillosas mantiene con el dolor que se considera como su contrario! Porque
el placer y el dolor no se encuentran nunca a un mismo tiempo y sin embargo,
cuando se experimenta el uno, es preciso aceptar el otro, como si un lazo
natural los hiciese inseparables.
Ella
siempre recordaba haber leído una cita del Fedón de Platón sobre lo que significa el placer y el dolor,
una misma entidad con dos cabezas, una y otra unidas por siempre, donde está el
placer está su otra forma.
Revolvía
la tasa de té. Hace ya media hora que le han servido el agua, pero el ese
movimiento lento e incesante le hipnotiza, suspira, mira a él y vuelve sobre el
movimiento de la muñeca, como un gesto lejano, ausente de ella, casi
involuntario.
-Se
supone que no debiera decir esto… pero tengo unas ganas locas de estar esta
tarde contigo. Es decir, ser nuevamente los amantes que fuimos.
Cuando
terminó la frase, sin levantar la mirada de la tasa, su mente se quedó en la
idea de los amantes como una única entidad, un mismo ser con dos cabezas.
-Recuerdo
los miércoles de cine, cuando trabajaba con los suizos, justo a mitad de semana
me quedaba libre y te pasaba a buscar a la estación de metros y partíamos a ver
el estreno de la semana, o la película que eligiéramos con un buen comentario
en el diario.
-Sí,
claro que lo recuerdo, pasábamos a comprar galletas a la tienda que quedaba
justo al lado del cine, trecientos gramos, surtidas pero pedíamos que cargaran
la balanza en las de brandy…
-Lástima
que hayan desaparecido toda esa cuadra… -suspiró resignado
-¿Desaparecer…?
las personas desaparecen, los muebles, las nubes que se ven en el cielo, pero
un edificio no, los edificios son destruidos, es mucho más violento. Pero se
hace de manera tan sigilosa y en corto
tiempo que de un momento a otro ya no está, y parece que desapaeció, pero fue
destruido, aniquilada su cuerpo y su alma, las historias de los seres que la
habitaron, te imaginas las miles de historias que cobijaron sus murallas.
-¿
Y tú desapareciste, así como el edificio, o fuiste destruida?…
Un
breve silencio, piensa en la manera de hacer coherente la respuesta con la metáfora
que acaba de utilizar. De las cosas que a ella le molesta es aparecer con
un relato inconsistente, siempre ha
cuidado que sus palabras sean una correcta continuación inequívoca de su entender
de las cosas.
Fija
su mirada en la ventana
-Yo
me destruí, y edifiqué sobre los escombros, tengo identidad del antiguo
edificio pero con nuevos cimientos. Pero me doy cuenta que no he hecho un buen
trabajo. Ahora quiero volver a ser ese antiguo caserón, quiero recorrer las
paredes, volver a sentir el calor y el frío.
-No
te culpes, también quiero sentir nuevamente ese camino, no es algo que no he
deseado todo este tiempo…