Seis meses después
Esa noche templada de otoño se esperaba una jornada de movilización más bien “tranquila”, de acuerdo a los estándares de los que participan en las convocatorias ciudadanas. No había indicio de mayor expectación más que los mismos de siempre reunidos para reclamar –desde las 18:00 hrs.- por un proyecto que escudaba todo el poder del Estado asumiendo su modelo de desarrollo depredador.
Lunes 9 de mayo plaza Baquedano y una centena de activistas expresaban el rechazo a la instancia que decide administrativamente un proyecto con un fuerte impacto en el ecosistema de la Región de Aysén. Luego de las 19:00 hrs. se conoce la aprobación casi unánime y una sensación de injusticia se extiende en lo que ya va para las mil personas aumentando de manera exponencial con los minutos que pasan. En un instante son muchos más unidos por un mismo sentimiento de rabia. ¿Cómo es posible que las autoridades no escuchen el rechazo de un proyecto que no aporta más que lo mismo a los poderosos de siempre?
La masa intenta marchar al frontis simbólico del poder, La Moneda, y tiene que ser por la Alameda, no es posible que ni siquiera aquello permitan, es la dignidad misma la que está en juego, la policía contiene a la muchedumbre e intenta que marche por el parque que está atrás de la avenida, acaso otro gesto de la indolencia y el desprecio por los que ahí reclamaban.
De pronto, los carros lanza aguas y lanza gases comienzan a operar de manera indiscriminada con la fuerza y violencia que en muchos otros eventos han sido suficientes para contener y reprimir a la misma centena, pero ahora es algo distinto, es un grito que no quiere ser acallado.
El grupo se dispersa, pero siguen llegando más y más desde distintos puntos de la ciudad, cuando ya dan las 20:00 hrs. todo el sector es un campo de batallas en que los protestantes luchan con banderas y gritos, la policía con carros, lumas y detenciones.
Luego toda la Alameda es tomada, no transitan más que los miles que caminan ya sin contención hasta La Moneda. Se dan las primeras muestras de algo que no pararía hasta hoy.
Toda esa semana fue un ir y venir, manifestaciones espontáneas y aprendizajes de cómo resistir la violencia del Estado.
Ese jueves 12 de mayo, además, se realizó la primera marcha convocada por la Confech y otras organizaciones estudiantiles que reunió a unos 20 mil jóvenes, en su mayoría, y que desembocaron en una concentración en avenida Bulnes a los pies de Plaza Almagro, lugar también simbólico de movilizaciones históricas para el mundo social.
El viernes 13 se convoca a una nueva marcha –con la tónica permanente, que la masividad es sumada desde las redes sociales- en plaza Baquedano para oponerse al proyecto de HidroAysén. Esta vez el permiso administrativo daba por Alameda hasta Portugal y nuevamente perderse en la maraña de calles secundarias sin tocar el centro del poder.
Esta vez la muchedumbre, muchos más de los pudieran esperar hasta el más optimista de los convocantes, de varios miles de personas se detienen en la esquina de Portugal. Represión de por medio que significa una nueva batalla campal pero esta vez de manera mucho más organizada, la resistencia es decidida.
A fines de ese mes fueron las primeras tomas de liceos y universidades y se empotraron dos demandas que tienen en común con muchas otras en la necesidad de cambios profundos e inmediatos del orden institucional. Se habla de asamblea constituyente, de plebiscito y crisis de poder. Se habla de poder popular, de indignados y de represión y violencia de Estado como respuesta recurrente.
Seis meses después este es un país distinto, mucho más despierto y comprometido con los cambios del orden de las cosas, con una generación que no teme y es insolente con la mentira y la violencia que recibe. Con millones que han marchado y se han movilizado dejando en evidencia las profundas contradicciones del sistema, pero también la coherencia de los que detentan el poder, no dejarán que nada se les escape, los cambios no serán posibles con ellos al mando.
Para la estadística se habla de más de 40 marchas convocadas solamente en la Región Metropolitana. De 5 mil detenidos de los cuales mil 500 han sido acusados del delito de “desórdenes graves” en contexto de las movilizaciones.
Parece que cada generación tiene su momento, esta será la de los que no creen en los regalos, que el cambio debe ser peleado y exigido en la calle sin concesiones a las mentiras y migajas que permitieron que las movilizaciones de fines de dictadura se durmieran en el sueño de casi 20 años.
Ahora no, ahora estamos ante un nuevo Chile. En hora buena.