Sobre “El pensar y las reflexiones morales, en responsabilidad y juicio” de Hannah Arendt

1. La “banalidad del mal” es el “fenómenos de los actos criminales, cometidos a gran escala, que no podían ser imputados a ninguna particularidad de maldad, patología o convicción ideológica de la gente, cuya única nota distintiva personal era quizás una extraordinaria superficialidad”.
Arendt hace referencia en esta introducción del texto a una “incapacidad de pensar” de parte de individuos como Adolf Eichmann que fue juzgado en 1960 por sus crímenes en el régimen nazi.
Hablamos de un promedio intelectual de sujeto que no es capaz de cuestionar al mando, que carece de actitud crítica y simplemente asume como tal la orientación que le entrega el superior. Esta actitud es la que provoca esta idea de “adhesiones a lo convencional” que va permitiendo que el sujeto se sumerja en este orden de cosas sin cuestionar.
2. La distinción entre lo sensible (sentidos, cognición) y lo suprasensible (inmanente) está en crisis al alero de la razón, el sentido se hace fáctico, es lo que orienta la existencia de las cosas. La crisis en cuestión hace presente, en voz de la autora, de la muerte de ambos ámbitos, esto es lo sensible y suprasensible: “Lo sensible, como todavía lo conciben los positivistas, no puede sobrevivir a la muerte de lo suprasensible”.
El mundo verdadero es lo que nos entregan los sentidos, es una construcción de esta.
3. En este ensayo encontramos una estructura que nos invita a la reflexión de dos fenómenos “incapacidad o rechazo de pensar y capacidad de hacer el mal”.
Estos dos fenómenos serían parámetros que limitan éticamente al ser humano, son límites en un sentido ontológico pues supone que tanto el acto de pensar como el de la maldad están relacionados en la ausencia de valor en el primero y los efectos de la maldad.
El ejemplo de los dilemas socráticos sirve para situar esta fenomenología, pues la capacidad de pensar es una potencialidad humana al igual que la carencia de esta. El mal es una consecuencia de la “carencia del mal” no como una búsqueda, sino como una respuesta a la ausencia de pensar, un hombre común que actúa en un contexto histórico particularísimo y que es sometido a las presiones que finalmente lo colocan en perspectiva de consecuencias de sus actos. La ausencia de pensar como acto tan natural como cualquier otro fenómeno cognitivo, es un estado que Sócrates vivenció en su existencia, en los efectos políticos que sus “actos” cognitivos tuvieron.
4. El pensar, reflexiones morales, responsabilidad y juicio. Serían cuatro estados de una línea lógica. Hay una idea de causalidad, el pensar –o la ausencia- en un momento debe generar una reflexión de consecuencias y la responsabilidad de esos actos, o ideas formuladas generan un juicio.
5. Tiene un tono presente, es parte de las preocupaciones que se presentan en la contingencia, en especial el tratamiento que da a la experiencia socrática, a las contradicciones sociales y política que enfrenta al último de los filósofos (en voz de Nitsche). Y es efectivo que el acto de pensar en muchos momentos de la historia es mal visto, es subversivo pues corrompe la naturaleza de los jóvenes, dice la autoridad. Claro, hoy propicia este gesto de austeridad intelectual con la promoción simbólica del consumo basura, de la imagen estimulante y la ausencia de referencias consistentes.
No es necesario salir a declarar en el hemiciclo los peligros de las ideas, un viento que se convierte en tornado y todo lo arrastra, es simplemente prender el televisor y tendremos el circo que aturde.
Existe un claro sentido, además, con la posibilidad de banalizar el mal por cuanto en la medida que la ausencia de pensamiento crítico permean una comunidad es fácilmente manejable por los que detentan el poder.

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