Sobre un diálogo que me encontró y una reflexión que me nació.

Encontré un diálogo incrustado en un archivo de hace dos años y no recuerdo cómo llegó allí, ni siquiera puedo dar cuenta que las palabras de alguno de los interlocutores sea mía.
El tema es que me tomó por sorpresa justo cuando comenzaba a enterrarme en las profundidades de una melancolía que de tarde en tarde me ataja mientras vuelo alto por las nubes, no me doy ni cuenta y me tiene atrapado entre sus redes, jugándome mil tretas para distraer los mínimos pasos que voy dando en el acometido de escritura, de la media docena de proyectos que me obligan de manera poco sistemática e inconsistente a preocuparme de ellos.
Y en un abrir de página aparece esta propedéutica de diálogo que habla de la distinción clásica entre amor y sabiduría racional, con una cita –pudiera ser perfectamente mía, pero no estoy seguro- del poeta Mansur Al-Hallaj. Por otra parte suena a un dialogo ausente de mí.
Todo esto se da cuando avanzo, además, en el universo enardecido de subconsciente de la novela de Murakami “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, que va dando sentido al entorno en que me muevo, donde seres significativos aparecen y desaparecen por arte de un poder que está por sobre mi voluntad.
El dialogo al que hago referencia, es entre dos sujetos que se cuestionan por la pertinencia de esos frentes de batalla milenaria: razón y alma; o amor, en un sentido de afecto por el otro, y mente (símbolos archi manoseados por la fantasía de cientos de escritores, poetas y románticos). Lo cierto es que en noches negras de mi vida me he hecho la pregunta: ¿qué prevalece, la razón contenida de dudas y respuestas, o el instinto incontento que nos desplaza de nuestras creencias y supuestos dejándonos muchas veces sin certezas?
Los participantes contextualizan desde la mayéutica para entender la disociación entre estas esferas, esfuerzo fecundo de toda la espísteme occidental pero que muy pocas veces fue efectiva, pues al parecer siempre los estados de afecto incondicionales que nacen hacia el otro son el resultado de una sumatoria de hormonas y estadios que nos obligan a equilibrar algo que es siempre Uno, la unidad del ser humano racional y afectivo, incondicional en el enamoramiento, y conciente en la construcción de proyecto común.
Y ahí la cita maravillosa al poeta místico de siglo 11 “Yo soy a quien él ama y él a quien amo yo. / Somos dos espíritus morando en un mismo cuerpo. / Si me ves a mí, le ves a él; / y si le ves a él, nos ves a los dos”.
Sabiduría (sofhía), dice uno de los dialogantes, es síntesis, camino aprendido de amor en la unidad al descubrir lo nuevo, el sabor en el paladar como extensión de los sentidos que vivencian ese estado corporal, insalvable a pesar de tener una imagen –romántica y deforme- que amor y mente transitan por veredas opuestas.
Finalmente, se hace una pregunta central, si acaso en el sufrir puede existir amor.
Viene a mi mente una idea muy contingente que circula en el debate sobre el aborto terapéutico, que declara que existe amor en la madre de un ser inviable, amor sería el sufrimiento de esa mujer al tener todo el periodo el feto en su cuerpo.
Esa idea, extrapolada a múltiples “sacrificios”, que exige generalmente el deber ser y nos obliga a sufrir en el amor, lacerar como lo hacen los héroes en los relatos mítico o épicos y nos forman desde pequeños como sujetos dispuestos al sacrificio sufriente.
Sospecho que además en esos periodos de abandono de sentido, que identificamos con el sufrimiento, se dan fenómenos químicos en el cuerpo que generan, de alguna manera, una forma de placer. Es muy contradictorio, pero definitivamente eso ya no es amor, es otro estado, es deformación estimulante que acostumbra al “ser ahí” a estar atento en otro que simplemente no está.
Podría ser también, el sufrimiento en el amor, una estrategia de supervivencia de la espacie que impulsa al sacrificio, por ejemplo, por la patria o la nación, por el partido o la iglesia, por la causa o la verdad.
Sabiduría sería, finalmente, el conocimiento del camino del amor y la mente, unidad que permite el disfrute de la experiencia, a pesar de esa circunstancia que identificamos con el dolor.

Bueno, aquí va el dialogo que me permitió reflexionar:

Quizás la relación entre sabiduría y amor es más poderosa. La conjunción queda chica. Aprendiendo a amar (no sé si haya "mejor" o "peor"), nos hacemos más sabios. Esa sabiduría que proviene solo de la mente, puede ser un engaño... La mente necesita del corazón y viceversa y la sabiduría quizás es el resultado de lograr esa integración.

Estoy de acuerdo con el enfoque que propones. De pronto uno separa, disocia, dos parte de un todo y en realidad esa separación nos obliga a decir que la sabiduría está en un ámbito de la racionalidad y eso no lo creo posible. Amar es un fin, lo planteo como una necesidad (afecto) y el saber es un camino que permite allegar a ese fin.
“Yo soy a quien él ama y él a quien amo yo. / Somos dos espíritus morando en un mismo cuerpo. / Si me ves a mí, le ves a él; / y si le ves a él, nos ves a los dos” (Mansur Al-Hallaj)

No se. Sabiduría, viene de saborear, la vida, "las cosas". Pe(n)sar lo vivido. En el amor como eros hay algo profundamente irracional, abismal. Misterioso, incluso cruel. Por el amor también conocemos el sufrimiento y la traición. Por otra parte el amor a la sabiduría terminó siendo voluntad de poder. ¿Quién sabe cómo hay que amar? ¿Cuál es el modo mejor?, ¿quién es sabio?"

"¡Qué buena! No sabía que "sophia" lleva en su significado "saborear". El acto de saborear es agradable si produce disfrute, ya sea porque el sabor es agradable o porque me permite experimentar algo nuevo en el paladar que por su novedad me genera disfrute. Cabría preguntarse si se puede hablar realmente de amor cuando se "sufre de amor". Yo creo que el amor no es compatible con el sufrimiento y menos con la traición. Pensar que eso es amor es un engaño de la mente. Quizás si tomáramos conciencia de eso, buscaríamos el verdadero amor, de ese que no hace sufrir y que sí te hace saborear la vida, y eso es sabiduría... ¿O no?

Comentarios

  1. Anónimo10:10 a.m.

    ¿Sabe usted lo que aprecio leer estos espacios...?, me hacen ver que si soy real y que no estoy distante de lo que otros en otras partes tambien piensan.....un abrazo

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