Sobre manifestaciones sociales, represión y una diputada que no sabe donde está parada. El Chile del Bicentenario.

La increpé porque algo no me cuadró, es decir ver a Marcela Sabat mojada reclamando al oficial, de apellido Ortiz, que dio la orden de actuar a fuerzas especiales en contra de los manifestantes que rechazaban la aprobación de las termoeléctricas en la zona de Punta de Choros, era muy surrealista. Debo decir que he participado en muchas movilizaciones y he trabajado en los últimos tres años en una organización jurídica, Defensoría Popular, que asiste a los que la represión estatal considera su antagonista, y una constante en los últimos años ha sido justamente la criminalización de la protesta social. La facilidad con la que actúa carabineros para disolver toda expresión de disenso o disidencia es pasmosa.
Hace dos años integramos una campaña “Alto ahí” encabezada por Amnistía Internacional y organismos de DD.HH. que criticaban los abusos policiales, la tortura en cuarteles (en su momento esos hechos fueron documentados en informes de DD.HH. a nivel internacional pero la prensa no los consideró), pues fue justamente desde las anteriores administraciones de gobierno que no se tolera la manifestación callejera, se coarta la disidencia social y política conteniéndola por la fuerza.
Ver a la joven diputada reclamando por la represión de todo el sistema que ella ampara me parece un show o un mal chiste. Me di el gusto de decirle desubicada con mi mejor voz, pues si le hubiese insultado de forma grosera no tendría el mismo efecto.
Pero el problema persiste y con distintas expresiones y de una vez por todas debemos salir a manifestar: Mapuches presos políticos llevan 45 días en huelga de hambre; la política de crecimiento (lógica neoliberal al fin y al cabo) que privilegia la matriz energética depredadora del medio ambiente; mineros que son la expresión de miles que trabajan en precarias condiciones y que a la vez son el símbolo de millones que deben hacer labores riesgosas para subsistir.
Este país nos encuentra el bicentenario, un territorio geográfico y humano plagado de desigualdades e injusticias, donde los medios de comunicación son el pivote del poder oficial.
Pero creo que avanzamos, un poco, o es lo que quiero creer. Que una conciencia dormida que se despierta con todos estos problemas que aparecen de una vez por todas, que se les levanta el velo de invisibilidad para instalarse definitivamente en la retina de las tareas reales que serán el verdadero aporte al Chile del siguiente siglo.
Mientras medito estas cosas, recuerdo que me di el gusto de increpar a una diputada que definitivamente no sabe donde está parada.

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