Tiempo y gea. (2)
A nivel personal, comer higos y uvas se ha ido convirtiendo en el placer de febrero. Cuando llegamos a esta nuestra actual casa, tenía un patio considerable, pero recubierto por cemento por doquier. Se decidió resolver esta deprimente característica y se limpió, se sacó piso grís para que apareciera tierra, que debo decir es de las más fértiles del valle central de Chile.
Fue algo mágico, en cosa de un año se dieron una verdadera gama de manifestaciones de fertilidad. En alguna oportunidad alguien sintió que podía ser buen fertilizante las semillas de un zapallo. En cosas de unos meses apareció la planta enredosa con la calabaza grande y verde. Otra vez fue un ají al que le limpiaron las pepas y una planta con una docena de descendencia fueron servidos a los meses de tal aparición. Al fin, se decidió por los árboles frutales. Dos parras al par que ya existía (única manifestación frutal del patio junto a una joven higuera, cuando llegamos). Con los años se han sumado limón, pomelo, naranjo, damasco y un hermoso cerezo.
Bello espectáculo, debo decir, ver floreces estos árboles desde la primavera hasta el verano.
Tierra fértil. Ahora como los frutos de esta tierra, la misma que ha sido platificada bajo un manto de cemento, concreto e indiferencia de muchos. La ausencia de planificación urbana hace que el mercado regule un tema tan complejo como la utilización de los espacios colectivos, y los privados apelan a la utilidad para destruir hasta las laderas de los cerros. Pero todo esta lógica podría tener, lamentablemente, consecuencias desastrosas para ciudades como la nuestra en que el asfalto impide el escurrimiento de aguas lluvia, impermeabilizando una característica propia de la tierra, la de absorber de manera natural el liquido de las lluvias de invierno.
Se ha dicho de manera muy diversas que estamos ad portas de cambios trascendentes en los ciclos de vida del planeta. Los cambios de estaciones, las modificaciones de la pluviosidad y las temperaturas son solo un mínimo llamado de atención de esa manera de comportarnos con el entorno.
En fin, como higos y uvas mientras pienso en qué es lo que hemos hecho hasta hora, y qué podríamos hacer para que esta fértil franja de mundo siga alimentado a todos los hijos que habitamos en ella.
Fue algo mágico, en cosa de un año se dieron una verdadera gama de manifestaciones de fertilidad. En alguna oportunidad alguien sintió que podía ser buen fertilizante las semillas de un zapallo. En cosas de unos meses apareció la planta enredosa con la calabaza grande y verde. Otra vez fue un ají al que le limpiaron las pepas y una planta con una docena de descendencia fueron servidos a los meses de tal aparición. Al fin, se decidió por los árboles frutales. Dos parras al par que ya existía (única manifestación frutal del patio junto a una joven higuera, cuando llegamos). Con los años se han sumado limón, pomelo, naranjo, damasco y un hermoso cerezo.
Bello espectáculo, debo decir, ver floreces estos árboles desde la primavera hasta el verano.
Tierra fértil. Ahora como los frutos de esta tierra, la misma que ha sido platificada bajo un manto de cemento, concreto e indiferencia de muchos. La ausencia de planificación urbana hace que el mercado regule un tema tan complejo como la utilización de los espacios colectivos, y los privados apelan a la utilidad para destruir hasta las laderas de los cerros. Pero todo esta lógica podría tener, lamentablemente, consecuencias desastrosas para ciudades como la nuestra en que el asfalto impide el escurrimiento de aguas lluvia, impermeabilizando una característica propia de la tierra, la de absorber de manera natural el liquido de las lluvias de invierno.
Se ha dicho de manera muy diversas que estamos ad portas de cambios trascendentes en los ciclos de vida del planeta. Los cambios de estaciones, las modificaciones de la pluviosidad y las temperaturas son solo un mínimo llamado de atención de esa manera de comportarnos con el entorno.
En fin, como higos y uvas mientras pienso en qué es lo que hemos hecho hasta hora, y qué podríamos hacer para que esta fértil franja de mundo siga alimentado a todos los hijos que habitamos en ella.
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