Sobre Maestra Vida (2)
DOS. Pero de tanto pasear por las paredes se van repitiendo ciertos mínimos patrones –aunque rehúyo tal pretensión de conocimiento humano- identificable en la bóveda rumbera.
Primero algo de geografía:
Diremos que hablamos de un mundo que tiene elementos topográficos definidos, accidentes y extremos que se conocen después de una vida recorriéndolos.
Este mundo está dividido en dos grandes áreas con personalidad y carácter definidos y distintivos. La del sector de la entrada –donde se instala el escenario que entre paréntesis es de los más respetados del circuito de la ciudad- se sub-divide en dos que los llamaremos cabina-escenario y barra. El otro es el que da a lo que llamamos la Punta. Este aparente desorden, y que en todo caso aporta a la fisonomía espacial del lugar, se debe a que originalmente Maestra eran tres locales comerciales que se fueron integrando con el pasar de los años. La Punta era un restaurante, el cuerpo central fue originalmente la Maestra, y la barra funcionó un abasto de alcoholes.
La fusión de estos tres cuerpos le da la actual topografía a nuestro mundo, con sus desniveles en el piso, sus rincones iluminados solo por la luz de una vela y el calor de los secretos que se dicen entre sombras.
La gran muralla del mural es la cordillera, una berrera que divide las pistas de baile y permite que dos parejas no se topen en toda una jornada, por ejemplo, y que a sucedido que se encuentran distanciados y pueden bailar la misma música sin toparse en toda la noche.
Los Perfiles:
Están los que se mueven, sin ser parte de las pequeñas cofradías que inundan los rincones, y son reconocidos por su incansable búsqueda de baile sin detenerse a entablar mayor lazo. Por supuesto que esto último es aparente, pues son estos los verdaderos depredadores que logran encontrar una compañía al final de la jornada. No se distraigan con la idea que hablo de hombres –suelen ser mayores en número-, también las hay mujeres, que intentan encontrar alguna respuesta a sus búsquedas interiores y llenan sus vidas con el contacto del otro, escusa propicia para la representación del acto erótico.
Hablamos, en todo caso, de personajes que de pronto le basta con ese contacto, sin mayor pretensión, se van satisfechos por haber llenado su cuerpo y alma del Otro, sin esperar otra retribución que la posibilidad de volver a bailar el próximo tema.
Están los que se estacionan y se distinguen por la ubicación. Generalmente quienes se estacionan en la barra son los que tienen una relación de mayor cercanía o con el lugar –siempre de manera circunstancial- , o con alguno de los integrantes del personal. Casi siempre son los antiguos, lo que vendrían a ser los ancianos de la tribu, la reminiscencia de las anteriores estaciones del árbol, lo que dan continuidad al relato. O talvez pueden ser los amigos del mago mayor, Charly, sus hermanos de ruta y rumba.
Los que se ubican bajo la cabina son grupos de integrantes permanentes en el tiempo, que han acompañado por muchos años la rumba de Maestra. No se asusten ni se ofendan los que una noche de viernes o sábado no encuentran reserva en este lugar, pues siempre será de ellos por una cuestión de grado adquirido en millas acumuladas, y que no se podrá modificar mientras no se recorra ese camino.
Los que se instalan hacia el lado de guardarropía o son clientes antiguos y les gusta esa zona, o son personas que están en transito, conociendo y en proceso de definir sus gustos espaciales.
Finalmente, lo que se encuentran en la punta son de carácter variopinta, van desde grupos de visitantes nuevos, ocasionales o clientes que han hecho de esa pista el lugar de sus encuentros. Aquí se podrá encontrar a las parejas de amantes que no quieren ojos inquisidores, o los que se ubican en el altillo –asociado a un perfil de personaje, los voyeristas, el que miran como bailan y no se atreven a dar el paso e intentar conquistar un lugar en la pista.
En este lugar es además donde se encuentra los dos cuadros del artista ecuatoriano Jaime Zapata, uno de los cuales es parten de el estandarte de la Maestra. Estos cuadros, comentó en algún momento alguna sico-maga, tienen una fuerte energía erotizante, sus representaciones –muy explicitas se debe decir- cubren el lugar de una impronta propicia para el deseo y el goce.
Entre estos dos extremos encontramos una gran gama de personajes: los chicos de las clases de salsa (aportan a renovar año a año los integrantes de la familia); los mañosos que sólo llegan en busca de aventura y no bailan (se les reclama su pereza para no esforzarse al igual que todos); los que toman los brebajes y se emborrachan para olvidar, etc.
Se debe decir, por último, que existen los sujetos que no aportan más que su mala disposición. Pueden ser hombres o mujeres que entregan lo malos de la noche, pero que finalmente se mantienen a raya, especialmente cuando se les identifica.
Esto es una imagen, limitada y poco objetiva de quien vive en Maestra, así que no la tomen en cuenta más que como una opinión, una referencia, o una invitación a observar, vivir y construir Maestra Vida para los próximos 20 años de vida.
Primero algo de geografía:
Diremos que hablamos de un mundo que tiene elementos topográficos definidos, accidentes y extremos que se conocen después de una vida recorriéndolos.
Este mundo está dividido en dos grandes áreas con personalidad y carácter definidos y distintivos. La del sector de la entrada –donde se instala el escenario que entre paréntesis es de los más respetados del circuito de la ciudad- se sub-divide en dos que los llamaremos cabina-escenario y barra. El otro es el que da a lo que llamamos la Punta. Este aparente desorden, y que en todo caso aporta a la fisonomía espacial del lugar, se debe a que originalmente Maestra eran tres locales comerciales que se fueron integrando con el pasar de los años. La Punta era un restaurante, el cuerpo central fue originalmente la Maestra, y la barra funcionó un abasto de alcoholes.
La fusión de estos tres cuerpos le da la actual topografía a nuestro mundo, con sus desniveles en el piso, sus rincones iluminados solo por la luz de una vela y el calor de los secretos que se dicen entre sombras.
La gran muralla del mural es la cordillera, una berrera que divide las pistas de baile y permite que dos parejas no se topen en toda una jornada, por ejemplo, y que a sucedido que se encuentran distanciados y pueden bailar la misma música sin toparse en toda la noche.
Los Perfiles:
Están los que se mueven, sin ser parte de las pequeñas cofradías que inundan los rincones, y son reconocidos por su incansable búsqueda de baile sin detenerse a entablar mayor lazo. Por supuesto que esto último es aparente, pues son estos los verdaderos depredadores que logran encontrar una compañía al final de la jornada. No se distraigan con la idea que hablo de hombres –suelen ser mayores en número-, también las hay mujeres, que intentan encontrar alguna respuesta a sus búsquedas interiores y llenan sus vidas con el contacto del otro, escusa propicia para la representación del acto erótico.
Hablamos, en todo caso, de personajes que de pronto le basta con ese contacto, sin mayor pretensión, se van satisfechos por haber llenado su cuerpo y alma del Otro, sin esperar otra retribución que la posibilidad de volver a bailar el próximo tema.
Están los que se estacionan y se distinguen por la ubicación. Generalmente quienes se estacionan en la barra son los que tienen una relación de mayor cercanía o con el lugar –siempre de manera circunstancial- , o con alguno de los integrantes del personal. Casi siempre son los antiguos, lo que vendrían a ser los ancianos de la tribu, la reminiscencia de las anteriores estaciones del árbol, lo que dan continuidad al relato. O talvez pueden ser los amigos del mago mayor, Charly, sus hermanos de ruta y rumba.
Los que se ubican bajo la cabina son grupos de integrantes permanentes en el tiempo, que han acompañado por muchos años la rumba de Maestra. No se asusten ni se ofendan los que una noche de viernes o sábado no encuentran reserva en este lugar, pues siempre será de ellos por una cuestión de grado adquirido en millas acumuladas, y que no se podrá modificar mientras no se recorra ese camino.
Los que se instalan hacia el lado de guardarropía o son clientes antiguos y les gusta esa zona, o son personas que están en transito, conociendo y en proceso de definir sus gustos espaciales.
Finalmente, lo que se encuentran en la punta son de carácter variopinta, van desde grupos de visitantes nuevos, ocasionales o clientes que han hecho de esa pista el lugar de sus encuentros. Aquí se podrá encontrar a las parejas de amantes que no quieren ojos inquisidores, o los que se ubican en el altillo –asociado a un perfil de personaje, los voyeristas, el que miran como bailan y no se atreven a dar el paso e intentar conquistar un lugar en la pista.
En este lugar es además donde se encuentra los dos cuadros del artista ecuatoriano Jaime Zapata, uno de los cuales es parten de el estandarte de la Maestra. Estos cuadros, comentó en algún momento alguna sico-maga, tienen una fuerte energía erotizante, sus representaciones –muy explicitas se debe decir- cubren el lugar de una impronta propicia para el deseo y el goce.
Entre estos dos extremos encontramos una gran gama de personajes: los chicos de las clases de salsa (aportan a renovar año a año los integrantes de la familia); los mañosos que sólo llegan en busca de aventura y no bailan (se les reclama su pereza para no esforzarse al igual que todos); los que toman los brebajes y se emborrachan para olvidar, etc.
Se debe decir, por último, que existen los sujetos que no aportan más que su mala disposición. Pueden ser hombres o mujeres que entregan lo malos de la noche, pero que finalmente se mantienen a raya, especialmente cuando se les identifica.
Esto es una imagen, limitada y poco objetiva de quien vive en Maestra, así que no la tomen en cuenta más que como una opinión, una referencia, o una invitación a observar, vivir y construir Maestra Vida para los próximos 20 años de vida.
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