Cronos el tirano

Bueno, bueno. Así son las cosas. El tiempo es el tirano, no perdona la siesta que se hacen en las tardes después del almuerzo familiar. Ni las horas contemplando el vacío, ni el bostezo obligado de cansancio de pensar en la pereza que viene con el otoño. El tiempo además trae la conciencia lenta pero perceptible de Cronos, que en la medida de su avance, su peso se vuelve evidente, dañando lentamente con su hoz la piel, los ojos, la boca, los huesos. Pero como en la existencia de las cosas siempre existe una vereda opuesta de las mentiras, existe una certeza inquebrantable. Trae una paciencia en la mirada, ya los ojos no bastan para contemplar la belleza infinita de las estaciones, la música o el color de los ojos de la mujer que se ama, la hija que se adora, la madre que se venera. La mirada no basta. Ahora surge una manera de respirar que ayuda a contener todo el esplendor de la vida, con lo dolores no concluidos, con los caminos no cercenados, con las maneras no doblegadas. Y somos un asomo de milagro, un destello imperceptible para el equilibrio cósmico, un suspiro de las fuerzas que crean y destruyen, pero con una dignidad que todo lo puede.
Se me acerca un nuevo aniversario en este mundo. Una profunda y rutinaria convención, sin mayor significado que el propio calendario del ego. Pero igual lo celebro. Es como que no quisiera ser sorprendido por el olvido y hago que todos los amigos me acompañen. Ahora es cuando...

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