Teseo... o el monstruo que va por dentro

Señor Gómez, ya es hora de entregar los resultados de la prueba, ud. es el último…
Levantó la vista y comprobó que ya salía el anterior antes que él. Sintió el vacío, la resignación.
Se levantó, tomo la hoja que sólo indicaba su nombre y la entrego.
El profesor miro el papel. ¿Qué le paso joven? Su voz sonó con un tono paternal, casi de lastima.
Sólo le puedo decir que no pude escribir nada, que me nuble.
Mala cosa pues señor, ud. debe saber que está en la universidad, que acá no se puede hacer esto de no esforzarse.
Acto seguido tomo un lápiz rojo y sobre el meza marcó un gran uno a lo largo de la hoja. Sonó como un cochillo que raja un paño, la piel debe sonar parecido –nunca lo ha escuchado, solo en alguna película- y esto no era parte de un film de esos de segunda. Pues lo que corresponde sería tomar el martillo que lleva en el bolso y reventar la cabeza del desgraciado sujeto que lo insulta, que se ríe con ese tono comprensivo pero que luego muestra la frialdad del déspota, del que no es más que un desgraciado dictador de su propia voluntad.
No vio nada más que sangre por todas partes y el dolor de cabeza, el mareo y le vista que se pierde entre las paredes del laberinto. La salida estaba tan cerca.
Ahora escucha los quejidos de otros. Él sabe que de éste laberinto no podrá salir, que la camisa de fuerza le amarra…
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