Rumba y resistencia: Maestra Vida 35 años, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe

La historia de Maestra Vida está estrechamente ligada a los acontecimientos que le vieron nacer, en muchos sentidos ese periodo marcó el carácter y definió la línea tan parcial con la que es conocido este lugar.

Este es un relato que se ha contado otras veces, pero hoy adquiere una especial significación por la conmemoración de los 50 años del golpe civil-militar, y por supuesto el que ambos hechos estén ubicados en el mes de septiembre implica tener que referirnos a esa significación, más aún cuando un día estamos celebrando, y menos de una semana después debemos recordar ese momento tan dramático y doloroso.

Maestra Vida inicia su actividad el viernes 9 de septiembre de 1988, unos días antes de conmemorar el hito de la fractura irremediable que se inauguró en 1973 pero, además, fue un mes antes del plebiscito -5 de octubre- que sentenció el destino de la dictadura y el inicio de la transición. Ese momento de inauguración el país vivía una incertidumbre, la pregunta sobre el modo en que cerraría aquel ciclo, la posibilidad que la dictadura terminara con el resultado electoral a favor del cambio, sumado al miedo que nunca dejó de estar presente, daba a cada jornada un aire de clandestinidad y subversión que marcó para siempre el alma del boliche.

En ese ambiente un grupo de amigos y conocidos se reunían como un acto de resistencia, cuando disfrutaban aquella música, no solo activaban la parte de nuestra humanidad que nos empuja a la alegría, al goce y la reunión cómplice, muchas veces esos momentos de ocio se expresaban como resistencia política y cultural.

Especialmente cuando se refiere a la salsa, una cultura de música y baile que tenían poca referencia con los gustos y experiencias de los chilenos de aquel tiempo puede tener un profundo sentido contracultural. Esas circunstancias, probablemente sumado a otros aspectos históricos, hacían que nuestro local se repletara los fines de semana con personas que, al fin, podían disfrutar la noche, después de 15 años de una feroz dictadura.

Esa vocación rebelde de cierta manera ha definido por siempre el discurso y la práctica de la rumba, especialmente en consideración de los fundadores de este reducto, Charly y Manuel, quienes provenían de una tradición militante, progresista y comprometida de discursos emancipadores, tradición que ha sido continuada por cada administración y los trabajadores del local como un discurso consustancial con la esencia del local.

Ahora que el mundo gira de modo alarmante en torno a paradigmas conservadores, en que se sospecha de la diferencia, del extranjero, el disipado erótico, el rebelde social, la disidencia cultural en el amplio sentido del concepto, la locura y ciertas formas de oligofrenia, en definitiva lo anormal, el sentido en que se fundó y ha sostenido la rumba se hace más urgente reafirmarla.

Especialmente dramático ha sido el quiebre con el único consenso que pudo ser aportado en las tres décadas de la transición: niveles mínimos de justicia, pero ante todo el repudio a la violencia de estado que se desplegó en la dictadura, de pronto se han desvanecido para aquellos que desde sus posiciones de privilegio, admitieron que el “nunca más” era un punto de partida, ahora ni siquiera aquella reivindicación civilizatoria quieren permitir, simplemente el terror tiene justificación.

Por estas consideraciones esta celebración de 35 años de vida nos parece tan urgente, disfrutar la salsa, alegrarnos por la vida, pero sin olvidar de dónde hemos venido, reivindicar el camino, pero también mirar el horizonte, aquella idea que los fundadores tuvieron como motivo para que la gozadera de cada jornada debe seguir siendo un acto de resistencia, hasta que Chile al fin se transforme en una larga y angosta pista de baile, donde todas, todos, todes, tengan cabida.



 

 

 

 

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