De plebiscito, hito y acto

I.- ¿De qué modo el evento electoral del domingo 25 de octubre será una marca para las generaciones que vivimos el plebiscito de entrada al proceso constituyente, como sí fue un hito generacional el plebiscito de 1988 que comenzó a despedir la dictadura?

Ha pasado más un mes y a pesar de la significación política inmediata que implicó lograr casi el 80% para la opción apruebo, con una participación relativa y absoluta histórica, donde el electorado joven –de 18 a 30 años- fue actor principal para expresar claramente el sentido y alcance de las demandas que se empujaron desde octubre de 2019 en la calle, todo aquello ha ido quedando en un extraño mutismo.

Y esto es a pesar de que es tan evidente lo impactante que ha sido todo el ciclo político que nos ha tocado vivir este año, con la fuerza de una marea que ingresa los rincones de la realidad pacata de la nación larga y frágil llamada Chile.

Tengo la idea que a medida que avance el proceso, y concluya en una nueva constitución, en dos años más, la fecha del plebiscito de entrada será referenciada como un momento único y excepcional, o tal vez no, pero quiero creer que al menos en la historia quedará signado con letras destacadas.

 II.- Ese domingo lo viví, como la mayoría de chilenos, entremedio de la crisis sanitaria del COVID 19, que impuso una serie de protocolos para realizar la votación. De partida todas las personas debíamos usar mascarilla. En los locales se realizaba una fila en el exterior y luego, probablemente, una fila frente a la mesa, y que a pesar de todo no resultaba especialmente demoroso comparándolo con otras elecciones.

Esa noche, cuando ya conocíamos los resultados aplastantes, y los que apoyaron públicamente la opción “rechazo” se silenciaban entremedio de los millones de votos en contra, disidimos ir con mi mujer y sus hijos a plaza Dignidad. De camino se sumó la madre de una compañera de la hija de mi compañera que nos siguió en auto.

Bajar por Colón, desde la única zona –lo supimos más tarde- que votó claramente por el rechazo, fue épico, porque además se sumaron varios automóviles que respondieron al aliento incesante realizamos con la bocina, con banderas y en evidente estado de efervescencia.

Estuvimos menos de una hora en la zona de celebración, una comunión de boche, alegría y alcohol, muchos fuegos artificiales y una que otra barricada que en verdad se unían casi armoniacamente al ambiente.

El regreso a la zona oriente fue igual de festiva con el agregado que gritábamos por las ventanas de los autos a favor del apruebo y por la renuncia de Piñera.

III.- La conciencia de que habíamos logrado algo tan significativo fue una sensación que me comenzó a ganar desde el día siguiente, especialmente al leer la prensa y ver las redes sociales. El silencio de los adeptos del rechazo, con todas sus provocaciones previas a la elección, fue simplemente el mejor triunfo que pude tener.

Mientras tanto entre bambalinas el poder se acomodaba.




 

 

 

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