Enfermedad y orden social en tiempo de pandemias

"La enfermedad, como riesgo de muerte, no solamente concierne al destino individual de la persona sino al futuro de la comunidad. A ello se debe a que la terapéutica busque, más allá que la cura del enfermo, la protección de la sociedad, y es por esto también que la cura médica, con la teoría de la enfermedad supuesta en ella y que pone en marcha, es una práctica esencialmente religiosa" Pierre Clastres en "Investigaciones en antropología política"

En tiempos de catástrofes y epidemias es importante buscar aquellas miradas panorámicas que sitúan las cosas desde una lógica explicativa y coherente.
La enfermedad es antes que todo un fenómeno político, y en la superación de aquella está el equilibrio de la comunidad. Esta ideas es válida tanto para los yanomami en la amazonía, para los habitantes de Wahan en China, o de Santiago en Chile, y por tanto la función sanitaria es un acto político, y esta crisis está afirmando esta idea con evidente fuerza.
Las autoridades saben claramente que los liderazgos están en juego con cada iniciativa que se va poniendo en práctica, como prueba operosa la respuesta será la gloria o la expulsión del circulo dorado de poder.
En este escenario el médico adquiere una centralidad, como chamán o facultativo de un sistema de representaciones simbólicas, cada cual responde a la necesidad de una solución terapéutica ¿qué es aquello que enferma y eventualmente mata a los miembros de la comunidad?
Tal vez el problema principal para responder esta pregunta está justamente en el contexto de esta crisis: la globalidad neoliberal.
Las pandemias tienen esa fama de indomables, la quema de una pradera seca y agotada que no se puede controlar hasta afectar el rincón más seguro. La que estamos viviendo tiene la condición de ser una pradera reseca y con mucho material inflamable, sin límites ni cortafuegos, abandonada de control y sin fuentes de aguas cerca para apagar el desastre.
Todos esos elementos son la globalidad neoliberal: Transnacionalidad económica y desregulada de los estados, élites locales y globales vinculadas por la acción de las transacciones financieras, porosidad limítrofe que en algunos casos beneficia a aquellas élites que transitan por el mundo con la capacidad económica que permite estar en cualquier punto del planeta en cuestión de horas.
De hecho en Chile la pandemia la importaron aquellos que estaban de vacaciones en Europa, aunque se debe admitir que de cualquier modo la epidemia habría llegado por estos lados tarde o temprano.   
Además sistemas de salud que en muchos lugares está en manos de consorcios privados y la regulación implacable del mercado de seguros, cosa que es evidente en el paladín de la desregulación pública, EEUU.
Se dice con certeza que de esta crisis global se sale juntos o no se sale, a pesar de la lógica individualista que el mismo sistema ha impreso a millones de seres humanos que entienden el esfuerzo como un impulso individual y desprecian lo colectivo.
Son aquellos individuos los que tendrán que adaptarse más rápidamente a este contexto, sino serán los primeros en perecer en el intento, y de esas cosas las comunidades indígenas tenían clara conciencia, el enfermo es un problema del conjunto, no solo del que vive la dolencia. 





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