Péndulo y neoconservadurismo: el movimiento a la derecha del espectro


Existe una metáfora que usa la historiografía que, a esta altura, sirve como modelo –simple y asequible- para aproximarnos a la comprensión de lo que acontece en la realidad política: el péndulo, símbolo del ir y venir, desde las posiciones emancipadoras  a programas conservadores.
No fue sino hace menos de 10 años que en el mundo occidental, y Chile por supuesto, vivía el cenit de un proceso histórico donde se desplegaba proyectos reformistas, con discursos de transformación que se expresaban en políticas públicas que, en general, hizo bajar los índices de pobreza y miseria de la mayoría de los países.
En Chile, en aquel tiempo, operaba en regla el diseño duopólico, un binomio de gobiernos de centroizquierda/centroderecha que compartían, a grandes rasgos, un horizonte de trasformación con acentuaciones en la redistribución de la riqueza, los primeros, y el crecimiento y el control social, los segundos, aunque era una verdadera posta donde se confundían los unos y los otros, todos hermanados en la estabilidad del sistema.
Y llegó el 2011 con su épica intensa, no vista desde la década de 1980,  de movilizaciones para exigir avanzar en los cambios, reclamo que fue anotado en un programa más profundo de reformas que recogió la Nueva Mayoría, pero sin tocar los nervios dogmáticos del sistema que le ha dado sentido a los últimos 40 años de historia neoliberal en Chile.
Esta suerte de pacto de gobernanza tiene elementos en común que le da coherencia: cambios institucionales, ordenamiento constitucional y macroeconomía no se tocan, además de la preeminencia de lógicas de orden y control que se van perfeccionando, donde cada administración utiliza la técnica y el discurso de criminalización para los fines estratégicos que tiene definido el estado.

Sin embargo algo ha cambió en los últimos 3 o 4 años.

De pronto, una enfermedad que estaba escondida, en latencia, se ha manifestado con fuerza como no se tenía recuerdo desde el tercer cuarto del siglo XX.
Los discursos y prácticas de odio, xenofobia, misoginia, homofobia y otras formas de discriminación ha comenzado a ser revaloradas por un sector  de la población que, no obstante ser  minoritaria, presentan un indiscutido talento para manejar las herramientas de las comunicaciones y la internet , provocando una amplificación de sus posturas, situación que ha obligado a girar los discursos y muchas prácticas políticas desde el pensamiento emancipador a posiciones centristas para intentar contener este nuevo escenario febril de persecución y discriminación.
Primero Trump en Estados Unidos, en realidad fue Le Pen y sus homólogos en Europa, luego Bolsonaro en Brasil y de pronto, tenemos negacionismo, misoginia despreciando al movimiento feminista y en general a las disidencias sexuales, reaccionarios pidiendo prisión infantojuvenil para la “delincuencia desatada”, y un largo rezo de peligros a la “identidad nacional y la familia”.
A modo de ejemplo, en nuestro país, y, aprovechando que el gobierno de la NM  había dejado marcado el camino con la modificación del CPP en lo referente a control de identidad, la actual administración  impuso la normativa de control de violencia escolar “Aula Segura”.
Avanzando un paso más, actualmente se comienza a debatir la posibilidad del control de identidad a menores desde los 14 años, esto último en un probable juego de tejo pasado para que se establezca después de la negociación  a partir de los 16 años.
Estas ideas no son nuevas, son las mismas que se despliegan donde hay agenda neoconservadora en desarrollo o en disputa, una lista de conceptos y eslóganes que en muchos casos rompe con tradiciones democráticas locales, donde la alteridad es vista como un potencial enemigo de la “normalidad” que hace de hegemonía coyuntural.
La ideología neoconservadora  ha reinstalado mensajes que se pensaban superados por la historia, atacando a democracias imperfectas e incompletas de corte liberal como principal objeto de crítica, con un cóctel de frases sin sustento, ideas muchas veces incoherentes que se nutren en las redes sociales de conspiraciones y noticias falsas, su principal vehículo de masificación.
En  estos días, Chile será el anfitrión del encuentro de varios gobiernos que en el continente comparten aquella agenda, o al menos le simpatizan, y el péndulo se sigue moviendo en aquella dirección, arrastrando a mucho del espectro político y social para contenerles.
Uno de los personajes que mayor impacto ha tenido en esta parte del mundo en el último año es Jair Bolsonaro. Sobre él  y su gabinete, base de apoyo e ideas, se ha escrito mucho, y a pesar de aquello sigue sorprendiendo el nivel de odiosidad contra toda aquella alteridad que involucre modelos de conducta o proyectos políticos que buscan la emancipación del cuerpo o de territorios.
En Chile conocemos el esfuerzo que ha venido desplegando algunos personajes para instalarse como referentes de cambio a la extremaderecha, al menos en redes sociales tiene un séquito fanático y comprometido, y que es coincidente con las experiencias de otras naciones que han sido ganadas para ese horizonte antidemocrático.
Creemos que aún estamos con suficiente tiempo para que el péndulo no nos arrastre al abismo, y podríamos partir rechazando la visita y la figura de un líder tan escalofriante como Bolsonaro, colocando tensión a un sector de la centroderecha y la centroizquierda que definitivamente no le acomoda aquella agenda.
Estamos a tiempo.

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