confesión

Podríamos cuestionar la institucionalidad amorosa que nace de la revolución burguesa/ 
podríamos no suponer que en las sociedades decadentes la posesión es la ansiedad que sostiene el deseo y oprime los cuerpos/
podríamos no ver en cada acto, cada gesto o intención el más contradictorio esfuerzo para amarrar la propiedad de tus besos/
podríamos desviarnos, y en la intimidad del camastro amarrarnos sin culpa al fetiche enajenante del valor de uso, suponiendo que todo aquello que somos es una sola cualidad que valoramos como la vida misma/

Pero ahora estoy aquí justificado mis conductas: querer que seas la propietaria de mi vida, como aquellos seres decadentes que tanto aborrecemos/
y te he arrastrado a la mayor de las faltas que puede caer quienes se precian de transformar el mundo al socialismo amoroso, de que todos somos parte de una gran familia/
y yo solo quiero que seas mía.


Pido el castigo que me corresponde, no quiero claudicar


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