Sobre la última noche de Minotauro y Ariadna
La última noche que estuvimos en desvelo me dijiste que no importaba lo lejos que miraras siempre habían pesadillas en tu horizonte, y por eso buscaste algo parecido al consuelo en mi pecho, me dijiste "hay recuerdos que quisieras olvidar pero vuelve como tormenta a la orilla de mis sueños".
La última noche que escuché sílabas, gemidos y palabras con sentido, me declamaste una larga agonía que parecía una confesión, lo entendí así, sin remedio, te quise consolar, "nada de consuelo" me reprochaste, "castiga mí angustia que ahoga como herida, rasguña con tus pesuñas de animal las costras que no dejan de sangrar".
¿Sabías que ser Minotauro tiene responsabilidades? y me abalancé sobre tu cuerpo jadeante y sin remedio te devoré. Entre la luz y la sombra descubrí un gesto, no sé si una mueca de placer o resignación, no gritaste como gritaron otras doncellas que se entregan al sacrificio, fue como si en el instante que mis fauces te atravesaron fueran una caricia que se pierde entre otras muchas sensaciones.
¿Qué eres, mal sana mujer que en el climax del dolor sueñas que te liberas?
Al fin llegó lo luz y no pude tragar tus remordimientos.