La Primera Mujer
La primera mujer que supo latir en mi hombro, se perdió definitivamente en el horizonte borroso de un día de sol.
La primera mujer que supo llorar en mi pecho se hizo humo una noche de espectáculo, en un acto de magia se evaporó, nunca volvió por los libros que dejó en mi habitación.
La primera mujer que supo domesticar la intensidad amarrada en mis huesos, se hizo medre, y después vieja, y luego polvo, como una fábula se transformó en materia estelar.
La primera mujer que tejió un cuento sobre mi cuello se fundió entre el calor de una abrazo, por allá, en el último invierno que recuerda nuestra generación, de aquellas noches que partían a medio día y se extendían hasta la mañana siguiente, frío, nieve, lluvia incesante, mientras el abrazo nos acompañaba como la única manta que calentaba los cuerpo.
Fue con la primera mujer con la que yací, claro, después de la madre, la primera mujer que su puede decir tus pechos son deseo y no solo protección.
Esa primera mujer, fue mi mujer solo por una noche, y me confesó todos sus pecados, mientras me decaía “eres el primer hombre” mientras latía en mi hombro, “eres mi primer hombre” mientras lloraba en mi pecho, y luego se hacía humo, se fundía, me domesticaba, la primera mujer de otras primeras mujeres que han calzado en mi cuerpo.