Qué pena tu cumpleaños
Qué pena tu cumpleaños, un día de otoño, en abril ahogado,
sin música ni baile, sin almas para soplar, solo el ruido incesante de un par
de hojas escapando del brazo cansado de la higuera.
Qué lástima que no hayas nacido en una verde mañana de
septiembre, o en febrero a la sombra de una habitación de algún valle perdido
en el 1800, en los albores de la repugnante patria.
Y naciste distraída, una madrugada de abril con el sopor de
un temporal, disquisiando las verdades como si fuera la última ternura de
nuestra especie, aquello que nos separa de la extinción, acaso la única
alternativa que nos queda.
Qué sufrimiento esta ahorcada realidad, en que celebras
solitaria tu infelicidad como si esperaras algo de alguien, algo de mí, que soy
la manilla de la puerta al patio trasero que se abandona como un quejido.
No entiendes que esto es solo una excusa para esperar.