Antes de mediodía

Hay un temprano atardecer, que aún no me alcanza, en que las cosas se desprenden de apariencia, se trasparentan o se diluyen entre el humo de la soleada transpiración, como despedida definitiva de la mañana.
Tú no sabes de eso, no conoces ni la media mañana, ni el sol quemando la corona, ni el alivio por la sombra, ni la alegría de una brisa, ni la sorpresa por una vereda escondida entre callejones clandestinos. 
No conocer nada de aquello porque eres antes de meridiano, mucho antes, y estás destinada a transitar por el fresco acenso del sol, y ni te imaginas que es esto de pasar el mediodía, arrogante y bella, miras todo desde la altura del fresco inicio, incluso, sin ley ni dioses que te gobiernen, casi eterna. 
Y te digo, estoy más cerca que tú del mediodía, y ni te cuento que la tarde llega a todos, a las niñas, las ninfas y las vírgenes, ni que te imagines detenerte ni correr a la madrugada, ni esconderte de algún modo entre los árboles, las murallas de una ciudad nueva, o en la bruma húmeda de la vaguada. 
Para variar, te espero.

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