Noción de Folclor y Cultura Popular en Oreste Plath, visitado desde Bajtin, Ginzburg y Gramsci: una mirada introductoria.

Introducción


La vasta obra de Orste Plath está asignada a lo más destacado de las formas de divulgación del “saber” popular en Chile, situado a nivel de referencia obligatoria para las ciencias sociales a la hora de introducir en la labor de comprensión de fenómenos asociados a la cultura popular.
Esta característica abarcadora de tópicos que van desde representaciones simbólicas como las “animitas” pasando por el juego, el baile, y en general las actividades de esparcimiento y recreación, los lugares –como memoria patrimonial- el lenguaje cotidiano, hasta mitos y leyendas, asignan a la obra de este divulgador dentro de lo más imprescindible del ámbito.
Pero inmediatamente surge la pregunta por la utilización de nociones metodológicas en sus trabajos, es decir, marcos teóricos que puedan sostener la concepción de cultura, lo popular y folclor en su obra.
Indudablemente que su empeño estuvo abocado a la labor de recopilación, tarea que está al nivel de lo mejor y más exhaustivo que se pueda esperar, pero igualmente no existe, de un modo explícito al menos, una clara referencia al sentido y alcance teórico de su elaboración, dificultando el debate sobre la pertinencia de las síntesis, y por tanto conclusiones, a las que arribó en su trabajo.
Por otra parte tenemos a tres autores que reflexionan y tensionan estas nociones, dando definiciones que permiten encuadrar el trabajo de Plath dentro de cánones, que aunque no siempre concordantes entre ellos, sí suficientes para debatir las categorías que propone el divulgador.


Tres nociones en torno a la idea de folclore y cultura popular.    

El primer paso es dilucidar hasta qué punto cultura popular y folclore está vinculado, pues ambos constructos se relacionan, pero al parecer se refieren a dos fenómenos distintos.
Mientras Gramsci elabora una definición de folklor que se esquematiza en una especie de niveles que en la parte superior se encuentra la ciencia[1], de esta se desprende en un nivel de menor jerarquía que es la religión y las múltiples expresiones de devoción animista, y bajo esta sitúa al folklore “(…) concepción del mundo y de la vida… de determinados estratos… de la sociedad, en contraposición… a las concepciones del mundo oficial (…)” (Gramsci, 1949: 329). Acá hay una coincidencia clara con los otros dos autores del encuadre, Bajtin y Ginzburg, en el sentido de consentir la existencia de este saber como característica de las clases subalternas, es decir, de aquellos grupos sociales que construyen “conocimiento” y “saber” desde las prácticas en las que están insertas, y estas no son reconocidas por el mundo oficial[2].
La cultura popular queda establecida como un patrón de saber mucho más amplio que las prácticas folklóricas. Por ejemplo Ginzburg sitúa a Menocchio como un lector con una comprensión subjetiva de los contenidos a los libros que tuvo acceso (Ginzburg, 1975: 68), en una perspectiva de mayor alcance el molinero acusado de herejía realiza una elaboración que pudiera caer en la categoría de cultura popular, al romper el esquema oficial y subvertir su contenido dogmático por una lectura y elaboración muy personal.
Por otra parte Bajtin también elabora una idea de cultura popular que sobrepasa la noción de folklore al referir al fenómeno del carnaval y el humor en ese contexto en las expresiones culturales de las clases subalternas y que son utilizadas como arma de denuncia social.
Por lo tanto tenemos elementos en común en los tres autores que pueden ser ordenados del siguiente modo:
a)      La característica de quienes son depositarios de este acervo son las llamadas clases subalternas;
b)     La ruptura con un conocimiento oficial, que aunque es determinante para definir a lo popular, en la resistencia consciente o no, logra crear conocimientos distintos al oficial;
c)      Cultura Popular es una categoría dinámica que permite entender el “presente” de cada época, pues se mueve de acuerdo con usos muy temporales del saber común. En este sentido Gramsci aporta la idea de “sentido común” como un hacer de la cultura al nivel de la filosofía, es decir es el mecanismo de constitución de saber.


Oreste Plath visitado.

El autor realiza una labor estrictamente divulgativa, en la que subyacen elemento del conocimiento popular, y se funde en ambas categoría: cultura popular como conocimiento más o menos sistematizado y que rompe con la cultura hegemónica oficial, y por otro lado folklore como producción de saberes y prácticas de grupos sociales subalternos, que para Gramsci, requieren ser superados para nuevas prácticas científicas[3].
            Parece evidente que la idea de que este conocimiento, que está de forma oral y Plath lo identifica y sistematiza, generando un esfuerzo formal en línea de transformarlo en conocimiento oficial, actividad necesaria y de ningún modo criticable, pero su efecto es contradictorio. El que una canción, una leyenda, el uso de lenguaje cotidiano, esté por escrito inmediatamente en un soporte académico, como un libro, que es utilizado, citado y referenciado, hace cambiar su estatus y se transforma en una unidad de conocimiento oficial, a pesar de versar de conocimiento popular o de folklore incluso.
            Otra cuestión que provoca tensión en el resultado de la obra del autor es tono estrictamente descriptivo y sin un contexto histórico y teórico claro que permita establecer líneas de debate. De algún modo parece que los elementos estuvieran ahí desde siempre sin establecer elementos que los sustentan.
            Entendemos que respecto a este último punto es la antropología, por ejemplo, la disciplina que puede aportar al seguimiento de muchas costumbres y usos de cultura popular, pero igualmente debatible la ausencia de elementos que Plath pudiera identificar en su labor de investigador.
            El producto de la cultural de los grupos subordinados existe de modo autónomo al de los grupos oficiales, permitiendo elementos de identidad localizados no solo en los discursos nacionales (la comparación de versiones que hace de canciones tradicionales en cada país es notable), y se hace evidente que sin esta labor de recopilación, mucha de esta evidencia quedaría en la incógnita o al menos fragmentada en el campo de los usos.
            Despejando la carácter puramente descriptiva de la obra de Plath, el hecho de reforzar la condición folklórica del conocimiento recopilado, y visto en la crítica ya algo superada de Gramsci en torno al desprecio a la dimensión de las creencias y usos culturales de los grupos subordinados, es a todas luces un conocimiento indispensable para entender muchos de los procesos de formación de costumbres y usos de tradiciones culturales que en muchos casos están profundamente arraigadas en la población.
            El sentido de esta reflexión es poder profundizar en los resultados que logra Plath y desde este punto indagar en el origen y destino –si es que es posible tal cosa- de los contenidos del conocimiento, asumiendo que es altamente probable que su uso es dinámico, que aquellas unidades folklóricas que ayer se utilizaron para expresar sentimientos hoy no tiene la misma fuerza, por lo tanto podríamos suponer que muchas de aquellas unidades está en peligro de extinción.



[1] La aspiración política de Gramsci es por la creación de una cirncia popular que sintetice el estadio de transformación desde el que se llegará una vez iniciado el socialismo. En “Los intelectuales y la organización de la cultura” Gramsci (2012)
[2] Se refiere a la hegemonía de las clases que construyen saber oficial, que para el caso de cada autor implica un espacio histórico determinado, pues para el fin de la edad media es el clero, y en menos medida la nobleza, para la concepción de Gramsci será la burguesía.
[3] Estas categorías son significativas para la antropología. Revisando dos de los más importantes diccionarios de la disciplina que existen en español (Akal y FCE) la entrada “Cultura Popular” aparece incorporada, como no, en la entrada general “Cultura” y desde donde se deprende de la distinción de la producción material e inmaterial de la misma sin una delimitación como la que formulan los tres autores comentados. Por otro lado la entrada Folklore aparece referida a “(…)materiales culturales atribuidos a sociedades premodernas, no letradas o campesinas, que circulan y se conservan oralmente…” (Barfield, 2010: 237)

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