Madrugada

Qué reclamas mi distancia, si cuando parece que te alcanzo ya te has movido.
No me distraigas con tus tormentos, malsana vida movediza, que de tanto esperarte me espanto, de un salto ya me he desvanecido, en tus preguntas, en mis respuestas.
Qué te hace ser tan escurridiza, si cuando te atrapo ya te has contenido, eres la que no quiere mis brazos, la que rechaza mis pasos.
Ahora mismo, donde había canciones latinas, hay silencio incompleto. Donde había cuerpo caliente, hay mirada inconsciente.

¿Qué quieres que haga?

La madrugada es un momento en que o morimos de desesperación, o nacemos nuevamente.
La madrugas ¿recuerdas? Cuántas horas pasamos conformando el universo.
Éramos dioses momentáneos que a nuestro arbitrio desparramábamos sudor como alimento y humedad como fundamento: vida a las formas que nos resultan, oscuridad a las desdichas de juegos mal sostenidos.


Vida, vida –decíamos- y todo el placer se hacía como el día.

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